miércoles, 1 de abril de 2009

Los Borgia

Homar y Valverde como Alejandro y Lucrecia Borgia. "Lucrecia, xiqueta, tienes que vocalizar mejor".





El otro día, en pleno ejercicio de zapping nocturno, me topé con un producto casi lisérgico en Antena3. Se trata de "Los Borgia", miniserie televisiva que antes fue estrenada comercialmente en salas con un montaje abreviado, dirigida por Antonio Hernández (la ridícula "En la ciudad sin límites" es su trabajo más premiado y divulgado), y que obviamente trata sobre la familia ítalo-valenciana así llamada.






Todo en ella era un esperpento que ni Valle-Inclán podría haber imaginado. Sus diálogos naftalinosos. Su fotografía cegadora que de vez en cuando ensaya claroscuros de saldo. Su vestuario made in Menkes de lujo. Sus pretensiones estéticas y dramatúrgicas a lo "La reina Margot" (por soñar...). Y, sobre todo, sus intérpretes, algunos de los cuales (el ex-top model bilbaíno Sergio Muñiz, y las actrices buenorras extranjeras) están doblados. A la pobre María Valverde, que hace de Lucrecia Borgia, la hacen recitar sus diálogos como una adolescente de hoy en día, versión autista rozando lo borderline. Alguno de los desnudos cortesía de la casa es puro trash: mención especial para el personaje de Sancha de Aragón, interpretado por una brasileña mulata (¡en serio!), que lleva un par de notorios balones de silicona implantados justo debajo del cuello. La guinda la pone nada menos que Paz Vega, maliciosamente llamada en algunos ámbitos la Emperatriz De Todas Las Chonis (aka Penélope Cruz cheap), interpretando un personaje episódico completamente absurdo.






En medio de toda esta locura nos encontramos a Lluís Homar, cuya interpretación como el papa Alejandro Borgia es lo más chirriante de la función. No por mala, sino por todo lo contrario. El actor de "Los abrazos rotos" está tan increíblemente bien que parece escapado de otro guión, de otra película, e incluso guiado por otro director (¿por él mismo?). No se entiende en absoluto qué pinta ahí. Jamás en mi vida había visto un caso similar: no es raro que los buenos actores se embarquen en proyectos insalvables, pero sí resulta más insólito que logren desarrollar un trabajo de primer orden en tales contextos. Por lo general, en el cine rara vez funciona el principio del contraste: cuando el barco naufraga, no se salvan ni las ratas. Que Lluís Homar, él solito, haya sido capaz de desafiar esta ley universal debería bastar para acercar al intérprete catalán al estatus de mito viviente. Sólo por ser testigo de esta anormalidad y poder disfrutarla de vez en cuando como se disfruta de una perversión cualquiera, recomendaría la compra de la serie completa en DVD.





¡Ah! Angela Molina también pasa por ahí, y hay que admitir que ella tampoco pierde la dignidad en la empresa, lo que ya es mucho.

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