El barrio de Bilbao La Vieja se confirma como el principal y más dinámico foco de cultura alternativa (o no tanto) de la capital vizcaína. La operación no es nueva, pero no se puede negar el interés de sus frutos.
Bilbao SoHoizado
Nos guste o no, la globalización es un hecho irrefutable, y una de sus consecuencias es que las grandes capitales del mundo se parecen cada vez más entre sí. En una segunda oleada de este mismo principio, las poblaciones de tamaño mediano convergen hacia el modelo general a una velocidad asombrosa: el mecanismo tiende a reproducirse hasta el infinito, de manera que no debería extrañarnos que llegara el día en que, por ejemplo, no quedara en occidente una sola aldea sin su particular barrio bohemio.
La estrategia no tiene nada de novedoso: se trata de identificar un distrito ubicado a ser posible en el centro de la ciudad, en el que el metro cuadrado posea un coste razonable debido a factores socioeconómicos determinantes -reducida renta media, elevada concentración de población inmigrante, comercio de estupefacientes, prostitución-, para transformarlo en hervidero cultural instantáneo. Toda ciudad que se precie hoy en día posee su SoHo (o su Chelsea) particular, y si no es así lo reclama a voces. En ocasiones, el poder de contagio del movimiento es tal que la SoHoización se expande implacablemente mediante ciclos iterativos: en Madrid, por ejemplo, Chueca pasó de territorio comanche a puritito mainstream gay en menos de lo que se tarda en decir “especulación inmobiliaria”, momento en que los ojos más sagaces se posaron sobre las calles Ballesta y adyacentes, donde el tradicional trapicheo y el puterío están dejando paso, no sin cierta dificultad, a algo rutilantemente llamado TriBall. Proliferan las tiendas de moda, las pequeñas galerías de arte y los restaurantes “de precio intermedio”.
Como casi todo, el fenómeno no es en sí ni bueno ni malo, aunque desde luego puede aplicarse con mayor o menor talento. Y éste ha de juzgarse por los efectos que genera. En este sentido, no puede decirse que el caso bilbaíno, resultado de la puesta en marcha del correspondiente plan estratégico institucional, sea el peor de los posibles. Frente al Casco Viejo de la capital vizcaína, al otro lado de la ría, el barrio de Bilbao La Vieja ofrece hoy un ramillete nada despreciable de locales y comercios que hablan muy positivamente del dinamismo y el espíritu emprendedor de sus habitantes. El ámbito que se extiende entre el muelle de Marzana y la calle de Cortes es ya uno de los puntos que cualquier turista con inquietudes debería visitar indispensablemente, mientras sigue luchando por establecerse como alternativa plausible para el ocio y consumo de los propios bilbaínos.
Entre los veteranos, no puede dejar de citarse la galería Espacio Marzana (Muelle de Marzana, 5), que lleva seis años ofreciendo exposiciones de artistas locales de primerísima fila, como Miriam Ocariz, Carlos Irijalba, Eduardo Sourrouille, Miguel Angel Gaüeca, Elssie Ansareo o Begoña Zubero, y que también exhibió hace aproximadamente un año el trabajo de la madrileña Alicia Martín. Bilbao Arte Fundazioa, uno de los soportes esenciales de la actividad artística que ofrece toda clase de cursos, exposiciones y conferencias, tiene también su sede en el barrio (Urazurrutia, 32). A unos metros, el Museo de Reproducciones Artísticas (San Francisco, 14) resulta otra visita interesante por su curiosa colección de copias de obras procedentes de algunos de los principales museos clásicos del mundo y por sus esporádicas exposiciones, además de ofertar cursos de dibujo y pintura a quien desee inscribirse. Hay también otras pequeñas galerías, como D-espacio (Dos de mayo, 14) o Garabat (Dos de mayo, 19), interesante propuesta que comercializa no sólo obra gráfica, sino también juguetes artísticos, ropa, libros y otros objetos. Además, Seycolors (Cortes, 4) o DK (Plaza Corazón de María, 5) se dedican al muralismo en interiores y exteriores. Por fin, no son pocos los artistas que, alentados por la disponibilidad de espacios a precios asequibles, han elegido el muelle Marzana como emplazamiento para sus estudios.
La actividad comercial se ha visto ampliamente intensificada bajo el amparo de Lan Ekintza, que ofrece servicios de apoyo al empleo, a la creación de empresas y al comercio. Encuadradas o no en sus programas, son varias las nuevas tiendas que se han abierto en los últimos años en la zona, donde la tendencia imperante, como suele ser habitual en estos casos, está determinada por conceptos como “alternativo” o “joven”. Los nuevos diseñadores vascos son bienvenidos en este ámbito, aunque tampoco falta la presencia internacional: los sofisticados zapatos diseñados en Berlín por Michael Oehler y Angela Spieth se venden en Trippen (Hernani, 9), mientras Trakabarraka (Dos de mayo, 3) es una interesante tienda multimarca. La librería Anti (Dos de mayo, 2) ofrece libros de importación y organiza eventos culturales. Todo ello se refuerza con la celebración, con periodicidad mensual, de un mercado callejero (Rastro 2 de mayo) al que acuden los comerciantes del barrio bajo el sugestivo lema “¿Buscas algo diferente?”. Por otra parte, a los bares de copas que desde hace ya bastantes años formaban parte de la ruta nocturna habitual se han sumado algunos restaurantes, algunos de ellos de vida más bien efímera, pero en el que también hay ejemplos más duraderos (Ágape, en Hernani, 13). Los precios suelen resultar discretos para los tiempos que corren, aunque en algún caso el listón se eleva considerablemente (Mina, en Muelle de Marzana, s/n) y, por supuesto, permanece el clásico (y nada económico) Perro Chico (Arteaga Kalea, 2), cuya carta se basa en un tratamiento óptimo de materias primas digamos “nobles”.
De todo ello es posible extraer dos buenas noticias. La primera, que se ha realizado un esfuerzo real por armonizar lo nuevo y lo antiguo, aplicándose por lo general este esfuerzo con cierta diligencia. La segunda, que ha sido posible dotar de contenido a tan vistoso cascarón, gracias a la existencia de una mínima masa crítica de creadores, emprendedores y usuarios. Sería interesante que una vez logrados los objetivos primarios a medio plazo no se descuidaran las iniciativas necesarias para mantener a la criatura. Entre las asignaturas pendientes que merecen una revisión, persiste una zona emplazada entre el puente del Arenal y el puente de la Merced, donde antiguamente se celebrara un rastro y que en la actualidad carece de actividad comercial. Esta zona sería susceptible de recuperación mediante la mejora de su accesibilidad al público, incorporándola quizá al paseo de Uribitarte. Si existe un genuino interés por acercar al barrio al bilbaíno de a pie y hacerlo partícipe de su oferta, no debería desaprovecharse esta alternativa.
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