Dos exposiciones de artistas a los que conozco coinciden estos días. Asistí a la inauguración de una de ellas; aunque también estaba previsto que asistiera a la otra, acabé perdiéndomela por razones que no vienen al caso, pero que tienen que ver con una película comentada en varias entradas recientes de este blog.
José Luis Vicario presenta sus Tripas y Guirnaldas en Espacio Marzana, Bilbao. Como invitado habitual a cenar en la casa-estudio madrileña del artista, ya había podido ver la mayor parte de las piezas presentadas, como sus largas guirnaldas de gros-grain gris y sus bloques de mármol travertino esculpidas con formas sinuosas, intestinales. Una de las cosas que me agradan de la obra de Vicario es que ésta no se escuda ninguna coartada ideológica para reclamar su derecho a existir, o para fingir un valor intrínseco. Están ahí porque son piezas misteriosas y bellas, o al menos pretenden serlo (por supuesto, habrá quien piense que no lo son, ya que lo criterios estéticos personales pueden variar enormemente), y todo rasero que se emplee para juzgarlas ha de tener en cuenta este hecho. Diría que se trata de la opción más valiente de todas las que un artista puede tomar -sobre todo cuando se constata lo habitual que resulta el triunfo de un trabajo mediocre al encaramarse a oportunas coartadas reivindicativas- si no fuera porque ocurre que, en mi opinión, Vicario simplemente hace aquello que sabe hacer y que su propia naturaleza le dicta. Así, traslada a su actividad artística el intenso fetichismo, la obsesión por los objetos que anima su vida cotidiana, y crea piezas que al espectador sensible a su peculiar sentido de la armonía irremediablemente deseará adquirir y poseer. Lo admito: ése es exactamente mi caso.
Por su parte, Manu Arregui muestra Objetos Singularísimos en la galería Espacio Mínimo de Madrid. Dos vídeos, Irresistiblemente bonito y Streaming, una serie de fotos que complementa al último de éstos, y tres esculturas (Objeto Singularísimo 1, 2 y 3) componen la expo. Hace tiempo que era seguidor de los vídeos de Arregui, uno de los pocos autores que consiguen reconciliarme con la virtualidad digital, tan horriblemente empleada últimamente (sobre todo, en el cine), En esta ocasión, me ha interesado muchísimo la reflexión sobre los vínculos y tensiones entre lo orgánico y lo virtual, expuestos de manera bastante clara en los dos vídeos, y más misteriosa en las esculturas, que suponen una apuesta de Arregui por tomar nuevos cauces expresivos. Apuesta más que ganada, en mi opinión. La exposición es una delicia: me apresuro a recomendarla. Pero, como me gustaría tratar sobre ella más en profundidad, también os emplazo a un nuevo texto dedicado exclusivamente a ella en próximas fechas.
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