jueves, 30 de septiembre de 2010

Muerte y signos: Txomin Badiola en Galería Soledad Lorenzo


Crítica de arte que publiqué el pasado mes:


Txomin Badiola, uno de los principales representantes de la Nueva Escultura Vasca, presenta una nueva exposición en su galería habitual, la madrileña Soledad Lorenzo.Se muestra parte del resultado del ejercicio múltiple realizado en el MUSAC bajo la denominación Primer Proforma, donde el bilbaíno vuelve sobre el terreno conocido del signo y la deconstrucción.

Muerte y signos


Hace unos meses, el Primer Proforma, presentado en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, generaba tanto debate entre las opiniones especializadas como perplejidad en la mayor parte del público asistente. Ambiciosa exposición-evento, Proforma (es el primero: se deduce de ello que habrá más) servía de marco para la ejecución y puesta en escena de una treintena de ejercicios o proyectos artísticos en los que tres artistas vascos de sobrado renombre –Txomin Badiola, Sergio Prego y Jon Mikel Euba- dirigían un grupo de quince jóvenes creadores seleccionados de entre los voluntarios que se presentaron a la correspondiente convocatoria. El programa se desarrolló en diversas etapas: en primer lugar se inauguraban sendas exposiciones individuales de los tres artistas, después se llevaban a cabo los ejercicios comunitarios y, cuarenta días después (nótese el paralelismo con la idea de una cuarentena), se mostraba el resultado de todo ello. Cada uno de los tres autores utilizaba sus propias constantes estilísticas y temáticas, que por supuesto determinaron tal resultado. A lo largo del periplo, el work in progress era también ofrecido a la mirada de un público seleccionado, a modo de objeto de exhibición. Asimismo, se daba cuenta del avance a través de internet, mediante un blog habilitado expresamente. De alguna manera se conjugaba la exposición de arte, la escuela o universidad y el foro de intercambio de ideas. La propuesta, ciertamente, no carecía de coraje y originalidad. También resultaba –sería difícil negarlo- abiertamente pretenciosa: los autores definían Proforma como “un nuevo formato experimental que pretende generar nuevas formas de actuación en las que se incluyen tanto la producción, la exhibición y (sic) sobre todo el conocimiento y la creación de sentido en el ámbito de la práctica artística dentro del contexto de una institución museística”. Por otro lado, su aparente invocación al abandono de los dogmas artísticos y de la rigidez didáctica terminaba operando como un arma de doble filo, mientras que la mera inclusión de los resultados provisionales del trabajo de los equipos de artista en las amplísimas salas de exposiciones del MUSAC aparecía teñida de una extraña cualidad solemne y artificiosa que contradecía cualquier mensaje libertario.

De los tres autores, el más veterano es Txomin Badiola (Bilbo, 1957), cuya considerable trayectoria posee desde hace un par de décadas un prestigio incuestionable. Tras dar sus primeros pasos como pintor, pronto enfocó sus esfuerzos hacia la disciplina escultórica, aunque lo cierto es que ha sido un artista multidisciplinar, capaz ante todo de componer imágenes de una intensa significatividad. Inspirado, como el resto de sus compañeros de viaje, por los logros del constructivismo y el minimalismo, Badiola ha sesgado su trabajo mediante una ironía nunca demasiado obvia, abierta a las interpretaciones, que constituye uno de sus principales activos.

Goodvibes
y Lo que el signo esconde eran dos de los ejercicios planteados por Badiola en el contexto del MUSAC, y conforman el contenido de la nueva exposición de la galería Soledad Lorenzo de Madrid. El primero se basa levemente en un monólogo del Hamlet de Shakespearse, en el que el protagonista (“Alas, poor Yorick! I knew him, Horatio; a fellow of infinite jest...”) expresa su alicción por el fallecimiento del bufón cuya calavera sostiene en su mano, lo que de algún modo se convierte en un lamento ante la idea misma de la muerte. Badiola apela a la tradición del Vanitas en diversas representaciones del cráneo humano, alguna de las cuales cita expresamente el pasaje shakespeariano a través del extracto de un titular de prensa. El cráneo aparece por otro lado tranformado en guitarra eléctrica, mientras un vídeo muestra la performance llevada a cabo por el grupo de artistas de Proforma, que recuerda a un concierto de rock. La confrontación con la idea -al mismo tiempo abstracta y muy concreta en su materialización- de la muerte se resuelve de manera algo confusa, aunque permanece el valor metafórico de una forma de representación clásica sutilmente reinterpretada.

En Lo que el signo esconde, por su parte, los resultados son quizá más seductores, y también poseen unos contornos más nítidos. Mediante una magnificación del soporte, el signo en él contenido se evapora, y las palabras (obtenidas de diversas fuentes y mezcladas con interesantes resultados poéticos) terminan renunciando a su significado. Los tres grandes bloques de madera ideados por Badiola, espectacularmente tallados con representaciones orográficas por un lado y los mencionados textos por el otro, imponen sin dificultad su potencia totémica. Mientras tanto, en la representación del ejercicio por los participantes de Proforma, la repetición de las palabras como si de un mantra se tratara posee efectos similares, quedando las palabras vacías de significado y permaneciendo, como un sedimento, su valor intrínseco.

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