martes, 7 de septiembre de 2010

México DF, verano de 2010


Artículo que publiqué el mes pasado:

La Ciudad de México ofrece un panorama artístico sorprendendemente prolijo y variado, cuestión sobre la que procederá una revisión exhaustiva en un momento dado. Durante este verano son varias las exposiciones que llaman particularmente la atención, entre ellas varias colectivas junto a la amplia retrospectiva dedicada a la madrileña Cristina Lucas por el museo Carrillo Gil, que no es la única mujer artista destacada estos días en la capital azteca.

México DF, verano 2010

La primera sorpresa que encuentra el aficionado que aterriza en México DF consiste en la amplísima, casi inabarcable oferta de museos, galerías y centros de arte que ofrece la ciudad. La agenda artística posee una variedad y riqueza que bien merece un espacio propio que la exponga y analice suficientemente, pues una guía al respecto no vendrá mal a ningún visitante. Pero de eso ya darán cuenta estas páginas en breve. Este verano se diría que la oferta se ve particularmente reforzada, pues coinciden varias magníficas exposiciones temporales que por sí solas justificarían la visita al país norteamericano (aunque si de alicientes se trata, aún hay muchos otros). Nos centraremos en algunas de ellas.

Al sur de la ciudad se encuentra el Museo de Arte Carrillo Gil, que alberga una colección permanente de las “glorias nacionales” Siqueiros, Orozco y Rivera, el trío de muralistas que alcanzaron la gloria internacional en la primera mitad del siglo pasado, y cuyo peso aún cae como una losa sobre la concepción institucional del arte patrio. Pero, además, ofrece una atractiva programación de exposiciones temporales. En la actualidad, la más destacada es la que se dedica a Cristina Lucas, artista madrileña más que disfruta de un sólido reconocimiento internacional. Interesada en explorar los mecanismos del poder y en especial su aplicación bajo dinámicas patriarcales y/o machistas –aunque no sea éste su único espectro temático, como la propia exposición demuestra-, Lucas presenta en esta “Light Years” un completísimo ramillete de piezas que abarcan diversos formatos: fotografía, dibujos, instalaciones y, sobre todo, vídeos, quizá la parte más popular de su producción. Curiosamente, el trabajo de Lucas resulta más complejo y enriquecedor cuando se separa parcialmente de los temas que la han hecho más conocida (el vídeo “Más luz” (2003), que explora la abrupta desvinculación por parte de la Iglesia católica respecto a el arte y la belleza), mientras que sus últimas piezas sobre la cuestión feminista flirtean fatalmente con la demagogia y la obviedad (“La Liberté Raisonné” (2009) y, sobre todo, “Habla” (2008), en la que la artista, ataviada con un vestido morado, destruye a mazazos una réplica del Moisés de Miguel Angel). En todo caso, la muestra parece encontrar un entorno especialmente oportuno en la capital de un país del que el tópico –y algunos indicios de la realidad, todo hay que decirlo- señalan como atávicamente machista. Profundizando en esta idea, y sin salir de este mismo museo, nos encontramos con “Check Point”, de la dupla de artistas mexicanas Colectivo marcelaygina, jóvenes creadoras que ya han presentado anteriormente su obra en ámbitos como la Bienal de Monterrey de 2008 y en exposiciones colectivas en el Reina Sofía de Madrid, el Museo de Arte de San Diego o la Galería Am Park de Frankfurt. Al mismo tiempo seductor, corrosivo y original, el trabajo de marcelaygina se adentran en cuestiones no muy distintas de las que alimentan el ideario de Cristina Lucas, sobre el que añaden un mayor peso social y del que ofrecen un estimulante complemento. Un arco detector de metales recibe en la entrada al sorprendido visitante, que a partir de entonces se ve inmerso en un viaje que cuestiona la figura de las mujeres fuertes (“luchonas”) que se ven obligadas a adoptar este papel ante el opresivo ejercicio del poder masculino, entre otros tópicos establecidos.

Otra creadora, una primera figura de la escena internacional, presenta en la Sala de Arte Público Siqueiros, situada en el barrio residencial de Polanco. En “Estructuras de lo aparente” se presenta una ambiciosa vídeo instalación que se ideó en paralelo a su película “Pepperminta” (2009), que ya fue presentada con disparidad de opiniones en una sección paralela del festival de Venecia del pasado año. Onírico y colorista, el trabajo de Rist encaja también como un guante en un país que destaca por su fabuloso eclecticismo y exuberancia visual.

Otra exposición imprescindible es una de las que ofrece el Museo Universitario El Chopo, cuyo impresionante contenedor acoge una aquilatada selección de piezas de varias de las principales vedettes contemporáneas, desde Hirst hasta Goldin, la mayor parte de las cuales se encuentran en manos privadas –no hay que dejar de leer la extensísima y reveladora lista de agradecimientos que se ofrece a la entrada- empastadas por una dudosa y peregrina amalgama que parece centrarse en la idea romántica del vampirismo y la fascinación fetichista de la juventud.

Otra colectiva que no puede pasarse por alto es la organizada por Kurimazutto, una de las mejores –y más espectaculares- galerías privadas de la ciudad. En “Panamericana”, inspirada por el bicentenario de las independencias latinoamericanas, se presenta un amplio muestrario de la creatividad más actual en países como Argentina, Puerto Rico, Colombia, Brasil, Cuba o el propio México. Comisariada por el costarricense Jens Hoffmann, la exposición se integra perfectamente y realza el magnífico espacio de la galería, mientras ofrece una elevada calidad creativa.

Por último, hay que destacar la presencia del catalán Adrià Julià (en el Museo Tamayo) y el vasco Eduardo Sourrouille (en la galería Luis Adelantado México), el primero en un registro más bien críptico, y el segundo profundizando con transparencia en su visión sobre las relaciones humanas, la búsqueda de la propia identidad y los complejos vericuetos del amor.

En suma, un completísimo panorama que invita a una revisión larga y pausada. Y eso que de él sólo hemos ofrecido aquí unas pequeñas píldoras representativas.

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