sábado, 17 de abril de 2010
Las virtudes de "La isla interior"
Que a uno lo sorprenda una película, sea cual sea el motivo de la sorpresa, ya es en sí una buena noticia. Bajo esta premisa, hay que alegrarse de la existencia de “La isla interior”, lo último de Félix Sabroso y Dunia Ayaso, y una buena película española contemporánea.
En mi opinión, reúne esta película dos grandes virtudes que la elevan a kilómetros sobre el 99% de sus congéneres. Una, que está asombrosamente bien escrita. Gracias un guión que confía en el misterio y la ambigüedad, y en la inteligencia del espectador para dejarse seducir por ellas, gracias a un retrato sobrio y certero de los personajes, gracias a una excelente construcción y encadenamiento de las situaciones, gracias a lo auténtico (léase “sincero”, “verosímil”) que todo resulta en él, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que estamos ante el mejor libreto nacional –Almodóvar aparte- de los últimos años.
La segunda e infrecuente virtud de “La isla interior” es la exactitud en su dirección de actores. No es sólo que los protagonistas estén excelentes: es que hasta el último de los secundarios e intérpretes episódicos pronuncia sus réplicas con impecable convicción. Me gustaría destacar en este sentido a una actriz llamada Emi Cazorla, a la que hasta ahora no tenía el gusto de conocer, y que está fantástica en un personaje que en otro contexto podía haberse convertido en una caricatura infecta. Centrándonos en la familia protagonista, encuentro que ni siquiera los tics compositivos de Alberto San Juan empañan la perfección del conjunto. Tanto él como Cristina Marcos, Géraldine Chaplin y Celso Bugallo están maravillosos. Y Candela Peña, aún un paso más allá.
Es cierto que la puesta en escena no está a la altura de todo lo anterior, lo que impide a la película ser una gran obra. Una vez más, se intenta reproducir los rasgos estilísticos de Papá Pedro, pero –como ha quedado bien probado- nada de esto funciona sin la inagotable y rarísima inventiva del director de “La ley del deseo”. Ayaso y Sabroso demuestran ser unos directores competentes –lo que ya es mucho, si uno mira un poquito alrededor-, pero se les ve demasiado el plumero de las referencias, que ni de lejos saben igualar.
Por lo demás, “La isla interior” trata sobre la herencia, la congénita y la adquirida, y envía su mensaje con transparencia pero sin obviedad, con intensidad pero sin asfixia, con densidad dramática pero sin tremendismo, y sobre todo con una admirable apariencia de honestidad.
La verdad, qué gustazo, ir a ver una película española y salir del cine con la sensación de que ha sido una buena inversión el tiempo a ello dedicado.
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