jueves, 22 de abril de 2010

Alicia en 3D



Admito mis sentimientos contradictorios ante el cine de Tim Burton, a quien reconozco un interesante sello personal y un notable talento visual, de quien he disfrutado mucho algunas películas, pero que también me irrita con su tendencia a simplificar todo el material que cae en sus manos, a aplanar y despojar de misterio sus elementos de partida. A domesticarlos, como si dijéramos. Su versión de “Alicia en el País de las Maravillas” no me pareció una excepción. En su aproximación al personaje de Lewis Carroll, la protagonista pasa de ser una niña a una joven casadera (requisito de origen evidentemente comercial), mientras se eliminan todas las referencias psicoanalíticas del original, que es lo que las mejores versiones anteriores de la historia habían explotado. A cambio, se opta por un mensaje feminista de todo a un euro que convierte en mucho más inverosímil lo que le sucede a Alicia una vez que ha regresado a su origen londinense que sus fantasiosas aventuras anteriores. Por desgracia, las secuencias de batallas y luchas contra dragones tampoco sobrepasan el rutinario y pomposo estilo impuesto por Peter Jackson con su adaptación de “El señor de los anillos”, que ojalá nunca hubiera visto la luz. Y las interpretaciones son irregulares, desde una absurda Anne Hathaway (que por momentos parece estar parodiando a Isabelle Adjani en “La reina Margot”) hasta una correcta Helena Bonham-Carter, pasando por el irrelevante descubrimiento Mia Wasikowska en el papel central, y un Johnny Depp pasablemente sobreactuado.

A cambio de todo esto, Burton compone sus planos con mimo, apoyado en una escenografía que debe tanto a Walt Disney como a Jean Cocteau (y a “El Mago de Oz”, versión Judy Garland), mientras que el recurso a la novedad técnica de moda, el 3D, no me parece que aporte nada interesante en casi ningún momento. Una excepción: el plano en el que un sombrero de copa se eleva desde un cadalso, perfecto ejemplo de lo que la tecnología debe constituir en el cine, es decir, una herramienta al servicio de una voluntad poética, expresiva o narrativa. Y no un fin en sí misma, vamos.

Me refería antes a las “mejores versiones anteriores” de Alicia. No estaba pensando, desde luego, en la animada de Disney, ni a la que se hizo también en Hollywood en los años 30. Menos aún en las muchas adaptaciones televisivas. Hablo de “Giulietta de los espíritus”, de Fellini, que no adapta oficialmente los libros de Carroll pero sin duda se basa en ellos, y que revisé hace no mucho en vídeo. La película de Fellini es un prodigio visual y está lleno de sugerencias, y sobre todo conmueve porque ofrece la imagen del esfuerzo de un hombre tendente a la neurosis (Fellini) tratando de representar un retrato de mujer igualmente neurótica, mediante una asombrosa batería estilística de orden casi visionario. Recomiendo el ejercicio de ver esta Giulietta y compararla con la muy poco elocuente Alicia de Burton.

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