lunes, 1 de febrero de 2010

Una persona adorable


Entre el arte y la vida, tengo clarísimo que elijo la vida. Por eso, aunque ame el arte (o, al menos, algunas de sus modalidades) admiro y valoro infinitamente más a una buena persona que a un buen artista.

No creáis que no me doy cuenta de que dedico la mayor parte del espacio de este blog a explicar por qué tal o cuál película, exposición o libro me ha parecido maravilloso, o un espanto, o me ha dejado indiferente, y que en ocasiones afronto la cuestión como si se tratara de un asunto vital. Pero eso se debe sobre todo a que por lo general no conozco en persona al creador en cuestión. Si, por ejemplo, mañana me presentaran a José Luis Garci, y después tuviera ocasión de tratarlo con cierta frecuencia, y como consecuencia de ello yo me convenciera de encontrarme ante un hombre generoso y lleno de bondad, la ínfima calidad de sus películas me parecería un asunto tan irrelevante que ya no sería capaz de escribir valorativamente sobre ellas. Inversamente, si yo hubiera tenido trato con Pedro Almodóvar y hubiera visto en él una sabandija, el hecho de que “Los abrazos rotos” sea una película maravillosa (firme realidad a la que he dedicado varias entradas) me parecería de pronto tan banal que me resistiría a redactar una sola línea más al respecto.

Toda esta introducción para referirme al hecho de que la semana pasada asistí a la inauguración en el museo Artium de Vitoria de “Deals, Shapes and Void”, la última exposición de Miguel Angel Gaüeca.

Gaüeca es un artista vizcaíno al que tengo la suerte de conocer personalmente. Cuando nos encontramos por primera vez, experimenté hacia él una simpatía instantánea y de una extraña cualidad. Algo así como el cariño tierno y acrítico que muchas personas dirigen a los niños. No creo que yo sea muy tierno, y menos aún acrítico, y por lo general los niños no suelen gustarme demasiado: de ahí que hable de lo extraño del fenómeno. Por otra parte, el artista en cuestión y yo somos muy distintos en muchos aspectos (también nos parecemos en otros esenciales, pero creo que son menos), y eso podía haber resultado decisivo para distanciarnos: pues bien, no es así. Por el contrario, encuentro que Gaüeca es una persona adorable, y uno de las relaciones personales más afortunadas que he tenido en los últimos años. Me gusta su ingenio raro y nada resabiado, su alegría no expansiva pero contagiosa, su urbanidad y cordura un poco antiguas, un poco campesinas. Me gusta porque encarna la demostración de que aún posible el sarcasmo sin cinismo, la peculiaridad sin esnobismo. Me gusta como me gusta casi todo lo que es real, lo que no necesita proceder a la adulación o el artificio para reivindicar su lugar en el mundo, lo que se limita a ser como es sin estridencias ni subterfugios.

Secundariamente, considero que es también un gran artista, y que la exposición de Vitoria es una muestra nítida de ello. Id a verla: es muy probable que os interese y os sorprenda en más de un sentido. Por desgracia vuestro conocimiento de la persona será limitado, pero al menos tendréis acceso a su talento creativo. Lo que tampoco está mal.

1 comentario:

Bouquet dijo...

Bonita y trabajada entrada.