jueves, 11 de febrero de 2010
La lúcida y alucinante Maruja Mallo
La exposición sobre Maruja Mallo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, es una de las joyas de la temporada. De verdad que hacía tiempo que no me emocionaba tanto viendo una exposición de arte. No sólo por descubrir la obra de esta artista inclasificable (que también), sino por el breve acceso al personaje en sí mismo que se nos ofrece.
Maruja Mallo (1902-1995) era una pintora generalmente definida como surrealista, aunque encuentro que el raro espíritu su obra se adapta mal a esta etiqueta. En todo caso, fue amiga de Lorca, Alberti y Buñuel en la época de la Residencia de Estudiantes, y después sería admirada por los popes del movimiento en París, como Breton o Éluard. Pese a su gusto por la imagen rica en sugerencias inconscientes, me parece identificar en Mallo poco del romanticismo propio de los surrealistas: su visión del entorno natural, por ejemplo, es de un racionalismo absoluto, que se refleja no sólo en sus naturalezas vivas (maravilloso racimo de uvas), sino en unos retratos amablemente antropológicos (las vírgenes paganas de las cosechas, o las cabezas de mujeres negras). Lo que más me gustó, de todos modos, fueron unos cuadros de estética expresionista, donde la muerte y la oscuridad aparecen con tanta belleza como severidad y sin rastro de sensacionalismo, y sus irresistibles puestas en escena fotográficas.
Como remate, en una pequeña sala se proyecta un documental (muy pobremente montado) que deduca la mayor parte de su duración a recoger las intervenciones de Mallo en la televisión española de los 80, a la vuelta de su exilio americano. Exageradamente maquillada, vestida con todo tipo de brillos y colores rabiosos, ofecía al ojo conservador y perezoso la imagen clásica de una vieja chiflada. Sin embargo, basta con escucharla para comprobar su sensatez y su inteligencia, su alucinante vitalidad que, junto con el esmero de su retórica lingüística, generan un efecto hipnótico y momentos de enorme emoción. A su lado, Paloma Chamorro desaparece completamente del campo auditivo y visual. Nada de lo que dice tiene desperdicio, aunque una de sus frases me parece directamente de antología: algo así como que en el mundo sólo hay arte, ciencia o guerras. De una lucidez que asusta, la Mallo.
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