martes, 30 de septiembre de 2008

La historia de una pasión



Crítica de arte que que publiqué en prensa el pasado 26 de septiembre de 2008:




Madrid exhibe estos días parte de los fondos de Pilar Citoler, conocida coleccionista y mecenas cuya trayectoria es sintomática de un evidente amor por el arte. Una exposición irregular pero apasionante.

Aunque hoy en día son muchas las alternativas que se nos ofrecen cuando queremos hacer uso de nuestro ocio, hay una máxima que siempre debe tenerse en cuenta: a igualdad de condiciones, si entre las posibilidades que estamos considerando se incluye una exposición de arte, hay que decidirse por ésta sin género de dudas. Esto se debe a que existe en tal opción una ventaja intrínseca sobre todas las demás (incluido el cine o el teatro, menos elocuentes sobre el punto que pretendo destacar), y es que las muestras de arte, hasta las más mediocres, siempre narran con extraordinaria transparencia la historia de al menos una pasión. Esta pasión puede ser albergada por los artistas, los comisarios, los galeristas, el público, o hasta por un consejo de administración. Y puede enfocarse hacia sus propios anfitriones, o hacia la vida, la muerte, el dinero, la fama, el amor… Las combinaciones que estos elementos pueden generar son infinitas, y lo más prodigioso de todo es que, de entre todas ellas, por lo general son varias las que concurren en una misma exposición. Resulta imprescindible estar bien atento: conviene perderse lo menos posible esta alquimia, que representa una de las pequeñas maravillas que se derivan de nuestra pequeña existencia humana y que la hacen más amable y valiosa, igual que el dry martini.

Por supuesto, del mismo modo que hay dry martinis y dry martinis, también hay pasiones y pasiones. La categoría e intensidad no siempre son las mismas, y en consecuencia el gozo que producen al espectador tampoco. En lo alto del escalafón figura, por el vigor de su manifestación y la riqueza de sus matices, la que dirige un coleccionista privado hacia el mero desempeño de la actividad que ha dado origen a la muestra. Semejante joya no puede dejarse pasar cuando la tenemos al alcance de la mano, como ocurre en el caso de esta “Lenguajes de papel” que nos ofrece el Círculo de Bellas Artes de Madrid conjuntamente con la Sala Alcalá 31.

Pilar Citoler es persona bien conocida entre profesionales y aficionados al arte contemporáneo. Desde hace más de tres décadas, ha dedicado una parte sustancial de su tiempo y energía a buscar, contemplar, evaluar y adquirir piezas artísticas con un entusiasmo que sólo puede ser fruto de la pasión más profunda. Su colección, bautizada como Circa XX, está compuesta por más de un millar de obras, y abarca básicamente la producción de artistas europeos y americanos desde inicios del siglo pasado hasta nuestros días. En ella conviven entre otros Eduardo Arroyo, Tàpies, Miró, Picasso, Chillida, Dubuffet, Andy Warhol, Le Corbusier, Rauchenberg o Nolde. Decidido eclecticismo, como puede apreciarse, o absoluta carencia de prejuicios. En todo caso, un dato nada secundario es que, según declara la propia Citoler, los recursos económicos que han permitido reunir semejante ramillete provienen única y exclusivamente de sus ingresos como odontóloga. Con esto, definitivamente, el caso adquiere dimensiones de auténtico fenómeno.

El título de la exposición hace referencia al factor común a todas las piezas seleccionadas, unos 350 trabajos de la colección que emplean el papel como soporte o medio artístico, lo que permite la suficiente amplitud de criterio como para abarcar dibujos, fotografías, serigrafías, collages o instalaciones. Se trata de una coartada tan válida como cualquier otra, aunque ha de admitirse que por sí sola resulta algo precaria a la hora de aportar al conjunto una utilidad amalgamadora. El resultado es un paseo abigarrado e irregular por algunos de los movimientos artísticos más relevantes del siglo pasado, incluyendo el expresionismo, cubismo, surrealismo, expresionismo abstracto, pop art, minimalismo, arte povera, arte conceptual o la transvanguardia italiana. Dentro de este torbellino, y además de los mencionados anteriormente, destacan pesos pesados como Man Ray, De Chirico, Calder, Lichtenstein, Hockney, Bacon, Baselitz, Matta, Christo, Enzo Cucchi, Sandro Chia, Joseph Beuys, Louise Bourgeois, Valdés, Arroyo, Gordillo, Saura, García Rodero o García-Alix. Por su parte, entre las obras de producción más reciente abundan las jóvenes generaciones españolas.

La apuesta desvela pronto sus limitaciones intrínsecas, en parte ya apuntadas. A falta de un cemento más consistente que los del rango cronológico y el material empleado (a veces secundariamente), el conjunto tiende a resultar disperso y deslavazado. Los desequilibrios de calidad son palmarios, y a menudo se nos sitúa ante obras menores de artistas mayores, o ante jóvenes autores que resisten mal la comparación con algunos de sus predecesores. Con todo y con eso, la exposición presenta nivel medio más que notable. Pero es necesario apreciarla sobre todo por aquello que más vale en ella: por su nítida, emocionante descripción de un espíritu ambicioso que ha hecho de la creatividad de los otros su motor vital. Es decir, por la pasión que escenifica.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante crítica...