Todavía no he asimilado del todo la experiencia de haber ido a ver “La desconocida”, película italiana dirigida por Giuseppe Tornatore. De este director sabíamos que la sutileza y el pudor no son su fuerte (desde “Cinema Paradiso”, lo sabíamos), pero con su último trabajo ha conseguido superarse a sí mismo… y no necesariamente para mal. Como acumulación de excesos e insensateces, la película resulta entretenida: cuando falla y termina derrumbándose es al pretender hacerse pasar por otra cosa.
El gran problema de “La desconocida” es que se trata de una película que nunca termina de tener muy claro, ni de dejar claro al espectador, qué es realmente. Hasta tres planos pueden diferenciarse en ella: la denuncia social, el melodrama blando made in italy y el giallo más sangriento y efectista. La predominancia de cada uno de estos elementos va alternándose a lo largo del metraje, dando lugar a tres películas distintas que conviven muy mal y se boicotean mutuamente. De las tres, donde con gran diferencia se intuyen más visos de haber podido dar lugar a algo interesante es en la última. Visualmente estridente, narrativamente hiperbólica, llena de sonrojantes trampas argumentales y de momentos de desmelene sensacionalista (un parto infernal, violaciones con luz ambarina, una paliza propinada bajo la nieve a una mujer por dos Papás Noël… y la mejor, un baño de sangre rojo bermellón a golpe de tijera) esta tercera película se compone íntegramente de materiales de derribo, como sus referentes de los 70 filmados por Lucio Fulci (o Eloy de la Iglesia), pero al menos es algo. Las otras dos, sencillamente se quedan en una nada vulgar y soporífera.
Atención al reparto, donde cada uno va por libre para realizar su show particular. La protagonista, Kseniya Rappoport, parece una buena actriz y muestra un interesante parecido con Marisa Berenson. Michele Placido da bastante risa en su descabellada caracterización como una escoria humana del tamaño de Groenlandia. Claudia Gerini aparece adecuadamente neurótica y crispada, mientras Pierfrancesco Favino y Alessandro Haber cumplen con dignidad. El director ha conseguido convencer a dos actrices de primera línea como Margherita Buy y Angela Molina para hacerse cargo de sendas colaboraciones más bien irrelevantes. La segunda, como es habitual, está doblada por otra actriz con el fin de eliminar su acento español.
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