jueves, 10 de junio de 2010

Lo peor del mejor


La Filmoteca Española ha programado un ciclo de películas europeas recientemente restauradas, lo que es una excusa como cualquier otra para reunir una selección de obras heterogéneas de autores tan estupendos como Buñuel, Godard o Bergman. Precisamente de éste último se ha proyectado “La carcoma” (1971), que pasa por ser la peor película de todas las dirigidas por el genio sueco. Incluso él mismo la ventilaba en sus escritos como una película fallida, el niño feo de su filmografía. Puede que eso explique el otro día la sala del cine Doré estuviera medio vacía, y que los espectadores no hiciéramos mucho caso del amable discurso que dio un representante del Instiututo de Cine Sueco, allí presente.

“La carcoma” la dirigió Bergman justo antes de una de sus grandes obras maestras (“Gritos y susurros”, sobre la que ya trató este blog en su momento: una película cuyo visionado provocó en mí un impacto que trasciende con mucho lo artístico), y cuando era –junto con Fellini- la mayor estrella autoral del cine en el mundo. Se trataba de una coproducción con los Estados Unidos, mayoritariamente dialogada en inglés, y protagonziado por el entonces popular Elliot Gould, junto a sus habituales Bibi Andersson y Max Von Sydow. Desarrolla una historia de alienación, amor, adulterio y angst existencial, bastante típica de su autor. Es cierto que se detecta en ella el recurso a algunos simbolismos bastante pesados –la propia carcoma del título, que roe desde dentro una imagen religiosa de madera-, que aparecen imágenes tan tópicas que rozan el autoplagio cuando no la autoparodia (la partida de ajedrez con fondo de chimenea encendida), y que algunas raras veleidades pop en la banda sonora deslustran el conjunto, pero a fin de cuentas, qué más da todo eso. El peor Bergman sigue siendo mejor que casi todo el resto. No me aburrí un sólo segundo viendo esta película que retrata modélicamente un proceso de enamoramiento. Además, está Bibi Andersson, maravillosa actriz hoy un poco olvidada, que reunía –gran rareza- lo mejor de dos tipos de actrices muy distintas, la ingenua y la psicológica, todo ello envuelto en una admirable fotogenia. Hoy en día tenemos un especimen similar, Juliette Binoche, que también me gusta bastante. Pero, como suelen decir, es bueno remitirse a las fuentes originales.

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