miércoles, 23 de junio de 2010

La ley del más fuerte: sólo para valientes


Como ha ocurrido con casi todos los flechazos cinematográficos de mi vida, accedí a la obra de Fassbinder gracias a uno de los (ya inexistentes) ciclos de madrugada de La 2. En este caso el encuentro fue bastante tardío: yo ya estudiaba en la universidad. Después del pasmo inicial (creo que fue con “Las amargas lágrimas de Petra Von Kant”), seguí apasionadamente cada entrega del ciclo. Fassbinder me pareció un autor rasposo y desigual, alguien en cuya filmografía cuesta encontrar la pieza perfectamente pulida que todo genio ha engendrado en un momento u otro, pero esto importa poco porque el conjunto de su obra es lo que en sí mismo resulta una obra maestra. Creo que Fassbinder fue uno de los más grandes autores de su época, un creador auténticamente valiente, comprometido con su arte y con la vida, lo más opuesto a un farsante que puede existir. Admiro su trabajo hasta cuando no termina de gustarme.

De todas sus películas, la que como pieza individual más me impactó en su momento fue “La ley del más fuerte” (1975), cinta que volví a ver el otro día en DVD. Hay en ella elementos esenciales que han envejecido bastante mal (todo lo relativo a la lucha de clases, la algo maniquea plasmación del mezquino deprecio de los burgueses hacia la clase obrera a la que explotan), pero esto poco importa ante otros que se mantienen intactos, y aún diría que se han visto reforzados por el paso del tiempo. El retrato de la historia de amor, de la desesperanza del protagonista al que interpretó (muy bien) el propio Fassbinder, es una de las representaciones del enamoramiento más verosímiles y precisas que se han visto en la pantalla. Todos los aspectos del fenómeno están contenidos con una exactitud escalofriante: la cristalización de la imagen idealizada del otro sobre la vulgar carcasa de éste, la renuncia al yo ante la descabellada pretensión de integrarse en el ser amado, la indefensión frente a un sentimiento que arrasa con toda barrera práctica y todo sentido de la propia superviviencia… Por otro lado puede, como decía, que la dialéctica vagamente marxista de las clases burguesas aprovechándose de las obreras aparezcan representadas de manera algo demostrativa, pero la narración y la puesta en escena jamás lo son. Fassbinder inicia su historia con el tópico encuentro entre un homosexual acomodado y maduro y un joven buscavidas, haciéndonos imaginar de inmediato los derroteros por los que va a seguir la historia. El espectador piensa: “Bien, estoy ante una historia conocida: el señor se enamorará del chapero, que utilizará su posición dominante para hundir al otro y quedarse con su fortuna. Nada que no haya visto ya mil veces. ¡Espero que al menos me la cuenten de manera interesante!”. Pronto cambiamos de opinión al encontrar que nada de lo que pensábamos está ocurriendo, pero en realidad lo que hace el astuto Fassbinder es engañarnos con toda limpieza: ante nuestros ojos parece aniquilarse el clásico esquema de melodrama, cuando en realidad éste se está cumpliendo a rajatabla, sólo que bajo un desarrollo fuera de toda norma que se basa en el intercambio de papeles. Así, la película es al mismo tiempo suprepticia y frontal, tópica e inesperada, tosca y sofisticada, y estos opuestos la convierten en una obra única, una experiencia apasionante desde la primera escena hasta su –tremendo- final.

Un repaso a la obra de Reiner Werner Fassbinder no puede dejar de lado “La ley del más fuerte”. Otras cumbres serían “Todos nos llamamos Alí”, “Effi Briest” y “El año de las trece lunas”, para mí lo mejor de su filmografía. Vivamente recomendado a todos los valientes del mundo, que los hay.

1 comentario:

osoimpopular dijo...

Bueno Fassbinder es de mis directores favoritos...por eso me tengo que poner en marcha para poder de una vez ver esta joya! Saludos!