martes, 5 de mayo de 2009

El sueño del explorador

Crítica que publiqué el pasado mes de abril:
Manu Arregui. Objeto Singularísimo
Del 24 de Marzo al 30 de Abril de 2009
Galería Espacio Mínimo. Madrid

El artista cántabro Manu Arregui expone por tercera vez en la galería Espacio Mínimo de Madrid. En esta ocasión, sorprende con una apuesta ganada por explorar nuevos territorios, mientras persevera en su reflexión sobre la convivencia entre realidad y virtualidad.


El sueño del explorador


Uno de los sueños recurrentes del ser humano es aquel en el que, con múltiples variaciones, el durmiente se ve a sí mismo cayendo en un abismo que parece no tener fin. El sueño suele presentarse de un modo tan vívido que no es raro que la sensación de abandono frente al vacío permanezca aún unos instantes después del retorno a la vigilia. Las interpretaciones que Freud y otros popes del psicoanálisis asocian a esta experiencia inciden en la manifestación de un deseo, bien sea el de entrega a la tentación erótica, o de regreso al negligente paraíso de la infancia. Quizá no sean éstas las intenciones que hay detrás de las últimas piezas de Manu Arregui, pero lo cierto es que resulta difícil no atisbar que tras ellas asoma el complejo mundo de los deseos, y que éstos convergen hacia una sofisticada y plácida tensión sexual, así como hacia la huída de la mutación que el tiempo impone sobre los cuerpos.

Hacía ya tres años que Arregui (Santander, 1970) no era objeto de una exposición individual en Madrid, donde regresa de la mano de los galeristas de Espacio Mínimo. El artista licenciado en la Universidad del País Vasco es uno de los creadores de nuestro panorama que más y mejor han explorado (en más de un sentido, como veremos más adelante) las posibilidades del vídeo y la imagen virtual: recordemos, entre otros de sus trabajos, “Coreografía para cinco travestis” (2001) o “Un impulso lírico del alma” (2007). En la colectiva del Guggenheim “Chacun à son goût” se presentaba “Irresistiblemente bonito” (2008), en la que el mensaje acerca de las tensión existente entre realidad y deseos (resuelta mediante un enfrentamiento de imágenes reales e infográficas) se hacía más transparente, y otorgaba al artefacto un raro poder al mismo tiempo balsámico y desasosegante. Este último es precisamente uno de los trabajos presentes en la exposición que nos ocupa, y su papel dentro de ella resulta clave, al operar como enlace entre la obra anterior de Arregui y el claro paso adelante constituido por el resto de las piezas seleccionadas.

En primer lugar, tenemos otro vídeo llamado “Streaming”, en el que un individuo de edad indefinida pero en todo caso breve, protagonista prototípico de la obra de Arregui, se entrega a una caída libre que al mismo tiempo parece una suspensión en el vacío, con un cierto deleite extático rayano en el autoerotismo. La imagen, sometida a un exquisito tratamiento visual potenciado por el uso de la iluminación, resulta hipnótica. En ocasiones aparecen el pixelado y el símbolo típicos de la descarga de imágenes a través de internet. Hasta que, en un momento dado, se nos enfrenta con su reflejo puramente virtual que el protagonista ha subido en la red. Aquí, al contrario que en “Irresistiblemente bonito” (en especial, con el montaje que pudo verse en el Guggenheim), lo virtual y lo real no resuelven su intercambio dialéctico mediante el principio de la confrontación, sino que uno contiene al otro como en una matrioshka (o como en un embarazo). Se fantasea así con la posibilidad de una armónica convivencia con las imágenes virtuales, arrojadas al mundo digital como producto y reflejo materializado de nuestra actividad subconsciente.

Esta idea, la de la materialización a través de lo digital, conforma también la esencia de las tres esculturas que completan la muestra. Realizadas en resina a través de la técnica de la estereolitografía, son susceptibles de reproducción a través de un simple archivo informático descargable de la red. De hecho, en la base de las piezas puede leerse con total nitidez la dirección URL a través de la cual Arregui hace disponibles al público los respectivos archivos, incidiendo así en el hecho de que, detrás del objeto tangible y la obra de arte, lo que hay no es otra cosa que una secuencia de unos y ceros alojada en un espacio electrónico. Más aún que el vídeo antes citado, estas esculturas (Objeto Singularísimo 1, 2 y 3) suponen una novedad de la obra del artista cántabro, novedad magníficamente resuelta. Ya habíamos podido disfrutar de un avance de este cambio de aires en la última edición de Arco, aunque en aquella ocasión únicamente se presentaba una pieza que quedaba algo perdida en el denso, prolijo magma de la feria. La ampliación del número de piezas, junto con el sobrio montaje ideado para la ocasión, potencian la auténtica fuerza de una serie un poco turbadora que de nuevo alía sin complejos lo orgánico y lo tecnológico. Una fumarola, una espiral gaseosa, una anémona que procede de la secuencia de varias manos unidas a través de un misterioso núcleo, son las trazas que adopta lo que en realidad podría ser un mismo engendro poliforme, un visitante del mundo virtual que se instala en la sala de exposiciones de la galería como testimonio de su difuso origen. Algo hay en ellas, por tanto, que remite a los seres u objetos maravillosos que en otros tiempos eran traídos de tierras remotas para el deleite de las masas urbanas. Y algo en Manu Arregui de explorador que viaja hacia dimensiones desconocidas con el único fin de expandir sus propios contornos y ofrecer al público un trofeo o una prueba de su hazaña. Esa es en realidad la mayor singularidad de esta exposición, aunque, obviamente, no su único atractivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estupendo trabajo, me ha encantado de verdad, me parece brutal...

Quién es el chico? se puede saber??

Besos