sábado, 16 de mayo de 2009

Francia de cartón piedra

El auténtico pain au chocolat. Descarte imitaciones.


Hacía tiempo que tenía ganas de visitar “Le Pain Quotidien”, establecimiento que la cadena belga de panaderías-pastelerías-cafeterías ha abierto cerca de mi casa, en Madrid. Se me hacía la boca agua ante la posibilidad de poder comer al fin croissants como los franceses en España. En París o en Bruselas, ni se me ocurriría desayunar en un “Pain Quotidien”, habiendo en estas ciudades como hay multitud de pequeños locales mucho más acogedores y artesanales, pero para Madrid me pareció una opción razonable. Así que el pasado fin de semana fui allí a merendar con un par de amigos. Como teníamos hambre (somos vascos, y los vascos hambrientos comemos, como todo el mundo sabe) pedimos una amplia selección de productos salados y dulces. Un par de grandes tartines con ricotta, y con mostaza, y con jamón, e higos, y miel, y un gofre escarchado con frutas, y un pain au chocolat, y tarta de manzana con canela, y zumos de manzana, y jengibre, y naranja. Leído suena maravilloso, pero en la práctica resultó sólo regular. Los sabores, correctos y sin personalidad, carecían por completo de la intensidad y delicadeza de la bollería francesa. El pan de las tartines estaba cortado en lonchas demasiado delgadas, las mostazas sabían sobre todo a curry, el pain au chocolat racaneaba su endurecido relleno y los zumos estaban aguados. Además, el comedor era demasiado ruidoso, mientras que al efecto teatral de la gran mesa comunal no le encontré particular gracia. El efecto conjunto resultaba de una intensa falsedad, como si se hubiera intentado reproducir un ambiente concreto (sea éste el que sea; el de un salón de té francés no, en todo caso) mediante procedimientos estandarizados. A nadie que haya comido en Francia un verdadero pain au chocolat, hecho con verdadero hojaldre de verdadera mantequilla, le parecerá otra cosa que un insulso simulacro lo que le ofrecerán en la franquicia madrileña de la multinacional. En Madrid, lo más parecido que he encontrado a la bollería francesa son los delgados croissants que, a modo de medialunas argentinas, despachan en Clarita, local de la calle Corredera Baja de San Pablo. Por lo demás, la opción más sensata para desayunar o merendar fuera de casa en la capital española es buscar un bar donde hagan buenos bocadillos o sepan poner tomate y aceite en una rebanada de pan, que por fortuna hay bastantes.

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