miércoles, 13 de mayo de 2009

Culebrón arty


Hace no mucho, la argentina Lucía Puenzo, hija del también director Luis Puenzo (“La historia oficial”, “Gringo viejo”) dirigió una película llamada “XXY”, que pasó con éxito por diversos festivales y mereció alabanzas mayoritarias. La historia de una joven hermafrodita y su despertar a la vida estaba bien narrada, y había en ella sensibilidad y talento visual, pese a cierta tendencia al subrayado lírico. La protagonista, Inés Efrón, era además todo un descubrimiento, sencillamente perfecta en el papel para el que había sido elegida.

Después de este gran éxito, Puenzo ha decidido dirigir “El niño pez”, basándose al parecer en una novela que ella misma publicó hace unos años. Y ha contado para ello de nuevo con Efrón en el papel principal. Pero, por desgracia, el resultado no es el mismo, ni parecido siquiera.

Puenzo vuelve a situar su foco sobre la cuestión sexual, la adolescencia y la educación sentimental, pero el tratamiento de estas cuestiones no sobrepasa aquí lo anecdótico, hasta el punto de quedar reducido, en la práctica, al estatus de ladrillos con los que se erige una historia digna del culebrón caribeño más desmelenado. En realidad no habría nada que objetar a esto, salvo por el hecho de que a Puenzo parece horrorizarle la idea de que la tomen por una melodramática, por lo que interpone entre la historia y el espectador un método narrativo fragmentado (al que, desde que existen Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, he desarrollado alergia) y un estilo de dirección a la búsqueda permanente de la intensidad. El resultado, bastante extraño, es un melodrama exploit con pretensiones artísticas que en su tramo final se precipita alegremente hacia lo grotesco. El arranque de este desquiciado giro lo establece una escena, tópica hasta la parodia, en la que la protagonista, desde la bañera, proporciona un corte radical a su (notoriamente falsa) melena llena de ondas, tras lo cual luce un interesante y favorecedor peinado garçon asimétrico.

No creo, sin embargo, que esta película fallida sea completamente despreciable. Como indicaba antes, bajo su superficie lustrosa y pulida de cine indie late una descabellada historia de pasiones, lucha de clases, explotación sexual, incesto, parricidio y redención que demuestra que Lucía Puenzo es una cantante de rancheras atrapada en el exigente cuerpo de una intelectual. Impresionante hallazgo que merece el precio de la entrada al cine.

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