Pialat recoge su premio en Cannes en 1987. "Si yo no os gusto..."
Hay un director de cine que, en mi opinión, era el mejor en activo de su país, Francia, durante los años 80 y 90 (con el permiso de Rivette y Téchiné), pero que se conoce muy poco en España. Murió hace unos cinco años, así que ya no asistiremos a ningún estreno suyo. Se trata de Maurice Pialat. Llegó al cine cuando ya habían pasado los años furiosos de la nouvelle vague, aunque sus principales miembros (Truffaut, Godard, Chabrol, etc) seguían dirigiendo películas, copando los festivales y disfrutando de fama mundial. Contrariamente a lo que cabría esperar, Pialat no reaccionó frente a ellos, sino que de alguna manera tomó su testigo para alargar la onda expansiva del fenómeno un par de décadas más. “Nosotros no envejeceremos juntos” fue en Francia casi un manifiesto generacional, y ya contenía todas las claves de su cine. Vista hoy, resulta una película bella, honesta y doliente. El cine de Pialat posee un estilo seco, sin florituras, pero al mismo tiempo hay en él algo de desmelenado. Tiende a prolongar la duración de los planos creando momentos íntimos y secretos, que alterna con explosivos arrebatos de furia. En sus cintas abundan las familias disfuncionales, los matrimonios que se devoran mutuamente, los golpes y bofetadas. Dirige a sus actores con un naturalismo extremo que lo sitúa en el confín opuesto a Robert Bresson, con quien sin embargo comparte muchos parámetros estéticos y temáticos. A veces ni siquiera se entiende muy bien lo que dicen los personajes, o si se entiende resulta absurdo, como lo son a veces las palabras en la vida real. Muchos jóvenes directores franceses de los últimos veinte años se han definido como sus herederos, pero por el momento no he visto nada en ellos que tenga la intensidad y la auténtica rareza de un buen Pialat. Con “Bajo el sol de Satán”, adaptación de la novela del escritor católico Georges Bernanos, ganó una discutidísima Palma de Oro en Cannes. Se trataba de una intensa y compleja reflexión sobre la gracia, la bondad y la tendencia al pecado, narrada con una admirable falta de concesiones, que dividió de inmediato a cuantos la vieron en el festival. Al recoger su premio y ser por ello abucheado, pronunció una frase que en Francia se ha convertido en mítica: "Si yo no os gusto, vosotros tampoco me gustáis a mí". Nada menos.
De todos modos, las películas suyas que más me gustan son otras: “Loulou”, con Isabelle Huppert y Gérard Depardieu, contaba una historia de amor loco (una mujer que abandona a su marido y su vida burguesa por su relación con un macarra hipersexuado) con un sorprendente estilo anti-novelesco. Por su parte, “Van Gogh”, en la que Jacques Dutronc interpretaba al pintor, está realizada con una aparente sencillez formal, y sin embargo la emoción que atraviesa sus imágenes proviene de una sofisticadísima puesta en escena que reclama el legado de Renoir. Junto con “Los juncos salvajes” de Téchiné, es sin duda mi película francesa favorita de los 90. Otros de sus básicos, también excelentes, son la “La boca abierta”, “Police” y “À nous amours”. De todas las películas que menciono, varias están editadas en DVD en nuestro país: merece la pena darles una oportunidad.
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