miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mensaje Personal



Hay una canción que me obsesiona desde hace un tiempo. Se llama “Message personnel” (“Mensaje personal”), fue compuesta por Michel Berger y pertenece al repertorio de la cantante francesa Françoise Hardy, que también firma como autora de la letra junto al mencionado Berger.

La descubrí viendo una espantosa película de François Ozon llamada “Ocho mujeres”. Uno de los pocos números musicales que se salvaban de la quema en aquel almacén de despropósitos consistía en la sentida interpretación que de ella realizaba Isabelle Huppert. Aunque la letra de la canción no venía a cuento dentro de la trama ni ayudaba a la caracterización del personaje, hubo algo en ella que me conmovió. Pensé que la explicación estaba en los ojos acuosos y las mímicas manuales de Huppert, pero ahora sé que no se trataba de eso en absoluto.

Fue años más tarde cuando redescubrí el tema, al toparme por casualidad en youtube con la versión original cantada por Françoise Hardy. Entonces lo comprendí todo. Tengo la impresión de que no hay una sola palabra de esta canción que no sea pura verdad y vida. Hay en su fondo desgarro y desesperación, y en su superficie una melancolía mansa en la que se apoya Hardy para no remarcar lo evidente, dejando que lo que está escrito actúe por sí solo al fluir reposadamente de su boca.
Casi tanto como la propia canción me hipnotiza, pues, el modo en que su coautora la interpreta. Se trata, sin duda, de su mejor trabajo: he comprado algunos de sus discos, y aunque nunca haya sido una artista mediocre, y en su discografía abunden las pequeñas joyas (desde la irresistible canción que la dio a conocer, “Tous les garçons et les filles” hasta sus colaboraciones con Gainsbourg, Brassens o Dutronc), opino que nada está a la altura de este “Mensaje”. El listón quedaba demasiado alto. Hay que ver el vídeo: aparte de por todo lo anterior, porque estéticamente es un festival. La planificación y realización, el vestuario de Hardy, su silueta elegante, los contornos de su rostro, la economía gestual que convierte su enigmática media sonrisa en una mina de sugerencias…

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