Interior del ayuntamiento de Bilbao: mucho atrezzo de las Mil y Una Noches... pero Scheherazade no vivía de cacahuetes revenidos
Fin de semana en Bilbao. No he parado: me han servido una ración de aperitivo navideño tan generosa que en el camino de vuelta a Madrid todavía estaba digiriendo lo mismo que volveré a degustar dentro de un par de días. En lo sucesivo trataré de dosificarme para evitar el empacho.
El jueves por la noche, recién llegado a la villa, corrí a la entrega de unas distinciones (¡no, premios no!) llamadas “Ilustres de Bilbao”. Este año, los ilustres han sido el presidente de la Bolsa bilbaína, José Luis Marcaida, el músico Fito Cabrales, la peluquera Yolanda Aberasturi y las diseñadoras de moda Mercedes de Miguel y Miriam Ocariz. Esta última era la ilustre que me llevaba a mí al ayuntamiento. Su breve y emocionado discurso de agradecimiento fue lo más bonito de la noche (imagino que, naturalmente, no estarán de acuerdo conmigo los amigos de los otros cuatro ilustres), aunque lo que de verdad encontré memorable fueron otros dos detalles, a saber: a) la sobredosis de laca en las cabezas de las asistentes, que dejaba en mantillas un estreno de Arturo Fernández; estoy seguro de que la capa de ozono se resiente seriamente con cada recepción que celebra el ayuntamiento bilbaíno, y b) el hecho de que los canapés de rigor fueran sustituidos por peladillas (¡rancias!) debido a la crisis económica que se cierne sobre nosotros. No dejaba de tener su gracia ver a las señoras de ahuecados estilismos capilares tratando de engañar el hambre de croquetas y gambas orly a base de puñados de cacahuetes recogidos de grandes cuencos de loza que rellenaba un pomposo personal de catering. ¿Merendola infantil en el salón árabe? Ni por ésas: faltaban los cheetos pandilla.
En cambio, sí que nos ofrecieron algo más sustancioso al día siguiente, en la inauguración de las jornadas de puertas abiertas de la Fundación Bilbao Arte. Se presentaba el trabajo de veintidós artistas becados este año por la institución, lo que incluía artes plásticas y también diseño de moda. Allí el público ya era de otro tipo: se echaban de menos los cardados. Por pura reacción, la moderna bilbaína renuncia al volumen capilar hasta el punto de que no se ven por ningún sitio los descomunales tupés que todo madrileño trendy que se precie viene luciendo estas últimas temporadas. Entre los artistas que exponían estaba Alberto Albor, que no sólo es un chico fantástico, sino también un pintor lleno de vida y talento. Por desgracia, no pude saludarlo; alguna vez lo divisé entre el gentío, pero para cuando me decidí a acercarme a él, ya no lo encontré. Por lo demás, mucha nueva escultura vasca, mucha nueva pintura vasca y mucha nueva moda vasca. Y una chica oriental sumamente guapa que pintaba indolentemente a la vista de un público que simulaba aún más indolencia.
Y luego, por supuesto, estaba el vídeo que han concebido, realizado y protagonizado Eduardo Sourrouille y Elssie Ansareo. En fin, es imposible que sea objetivo al respecto, y me niego a desempeñar públicamente el papel de madre de la folklórica. Pero aconsejo vivamente a todo el mundo que vaya a estar por Bilbao durante esta semana que se tome la molestia de pasar por Bilboarte (http://www.bilbao.net/bilbaoarte/) para ver la pieza. Estoy convencido de que a la salida agradeceréis el consejo.
2 comentarios:
Ser madre de folclórica, aunque venido a menos, siempre está muy bien... Y por qué hay que ser objetivo???
B: quién está venido a menos, la folklórica, o su madre?
Tienes razón en que ser objetivo no tiene por qué constituir un imperativo. Pero soy vasco, y por tanto muy pudoroso...
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