El tardío estreno en España de My Blueberry Nights, la última película hasta el momento de Wong Kar Wai, ha sido un acontecimiento inesperado: no se había anunciado en ningún sitio, hasta que el metro de Madrid se llenó de carteles promocionales, y un par de días más tarde la película ya estaba en las salas. Por eso me costó reaccionar como es debido, así que he tardado bastante en ir a ver una cinta por la que llevaba salivando desde que se presentó en el festival de Cannes de 2007 con críticas dispares.
Una vez vista, la sensación predominante es la de decepción. No sería exacto afirmar que se trata de una película fallida, si por “fallida” entendemos que hay en ella uno o varios problemas graves que le impiden convertirse en una gran obra. En realidad, resulta difícil encontrar tales problemas graves en sus elementos esenciales: la narración es excelente, la interpretación presenta siempre un óptimo nivel, y la puesta en escena resulta inventiva y equilibrada, como de costumbre. Y, desde luego, mentiría si dijera que me aburrí durante la proyección. Sin embargo… tampoco puedo decir que me sintiera fascinado por las historias que se me contaba, o por las bellísimas imágenes fotografiadas en tonos rojizos por Darius Khondji, evidente alumno aventajado de Vittorio Storaro. Había algo en aquella magia que me resultaba recreado, formulaico. Y, lo peor de todo, tuve la impresión de que los virtuosos recursos estilísticos de Wong Kar Wai, desplazados desde su contexto asiático hacia la orografía física y argumental de los Estados Unidos, resultaban por momentos algo relamidos, incluso autoparódicos. Llegando aún más lejos, en algunas secuencias me pareció que se coqueteaba alarmantemente con el vídeoclip o la serie televisiva de qualité. El cine de Alan Rudolph, que gozó de en su momento de bastante éxito en el mundo cultureta y después fue rápidamente olvidado, también me vino a la mente alguna que otra vez.
Como indicaba antes, la película resulta muy bonita de ver. ¿Cómo no va a serlo, cuando explota tan a conciencia y con tanto gusto los portentosos físicos de Jude Law, Norah Jones, Rachel Weisz o Natalie Portman, haciéndolos desfilar entre neones y efectos estroboscópicos? El Wong Kar Wai exquisito coreógrafo y expositor de cuerpos no falta a la cita, afortunadamente. Esa es la mejor noticia relativa a una película más bien prescindible, pero que mientras se está contemplando produce un agradable confort visual como de colirio.
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