miércoles, 11 de agosto de 2010

Crónicas mexicanas (y 4): Chapultepec


No quisiera cerrar el capítulo mexicano –habrá quien diga que ya está bien con la murga- sin mencionar el lugar que he encontrado más alucinante en un país donde la alucinación no es un estado transitorio, sino pura cotidianeidad. Hablo del castillo de Chapultepec.

Chapultepec es una región de la capital azteca en la que se ubica la principal área verde de la ciudad, un enorme bosque que lleva el mismo nombre. En su centro hay un montículo –o cerro- desde el cual se disfruta de una espléndida vista sobre el DF, pero sobre todo lo que allí destaca es un gran palacio del siglo XVIII, conocido como el castillo de Chapultepec.

A priori, la idea de un castillo en América no parece mucho más lógica y razonable que la de un castillo en Marte, pero como de todos modos México en general es pura marcianada, el tal castillo no sólo existe, sino que es una auténtica maravilla. Construido originalmente como retiro campestre del Virrey, tuvo más tarde otros usos diversos, destacando de entre todos su desempeño como residencia oficial del emperador Maximiliano y su esposa Carlota. Porque, vamos a ver, ¿dónde iba a vivir el bueno del emperador, sino en un castillo? Menos mal que estaba éste, y que además era digno, con lo que no hubo que construir otro ex profeso (un emperador mexicano: no me digáis que esa no es otra idea de lo más delirante). No hay nada de “disneyiano” o de artificioso en él: por extraño que parezca, el castillo posee tanta consistencia y tanta materialidad como cualquier château medieval de la ribera del Loira.

En todo caso, el lugar es una auténtica maravilla. Habilitado en la actualidad como casa-museo, exhibe al visitante lus lujosas salas y cámaras, así como una amplia selección de objetos que nos aproximan a la vida en los distintos periodos que ha atravesado el edificio. Por otra parte, el panorama que se contempla desde sus patios y terrazas es sublime. Por el lugar planean –al menos cuando yo estuve allí- unas enormes mariposas amarillas, lo que contribuye a aportar un raro ambiente onírico a la experiencia. Un auténtico sueño: es el mejor resumen que se me ocurre de la visita. Si viajáis a Ciudad de México (¿pero a qué estáis esperando?), ni se os ocurra perdéroslo.

No hay comentarios: