martes, 15 de diciembre de 2009

El paraíso o nada


Hace meses escribí una entrada sobre mis placeres culpables. En el tintero me dejé uno que ya entonces cultivaba, y que aún mantengo. Agarraos: se trata de “Sin tetas no hay paraíso”, la serie de Tele5 basada en un original colombiano, sobre narcotráfico, policías y prostitución.

Al principio, lo que me fascinaba de la serie eran sus excesos visuales. La realización era tan plana y mediocre como en cualquier otro producto televisivo de su calaña, pero el barroquismo de los decorados y el vestuario (¡esos vestidos de fiesta cortitos a razón de tres por capítulo y actriz! ¡cuánto trabajo para el showroom!), las imágenes recurrentes de billetes de quinientos euros, las joyas y cochazos, los escotes y piscinas mostrados sin pudor ni tacañería, tenían algo de hipnótico. La serie explotaba de manera bastante astuta la fascinación que produce el oropel, la horterada sin tapujos, en la línea de, pongamos por caso, “Scarface” de Brian DePalma. Todo esto se ha rebajado un poco con el tiempo, pero para entonces yo me había dejado enganchar por unos personajes y tramas cada vez más enloquecidos. A pesar de que la mayor parte de los actores y actrices del reparto son pésimos (o, en el mejor de los casos, sólo correctos), hay que alabar la labor de casting, sobre todo en lo que respecta a las chicas: las protagonistas son chicas de barrio ambiciosas, incultas y superficiales, y quienes les dan vida responden con absoluta fidelidad a esa imagen. Aplaudo con particular entusiasmo a las maravillosamente ordinarias Thaïs Blume y Xenia Tostado, en la piel de dos pilinguis que se convierten respectivamente en ex actriz porno esposa de futbolista (¡bravo por los guionistas!) y ex cocainómana pasante en un bufete de abogados. Las protas-protas me gustan bastante menos: Amaia Salamanca tiene la expresividad de un bacalao en salazón, y María Castro está demasiado verde para dar el tipo de super-madame y zorrón sin escrúpulos que se redime por amor. De los chicos puedo decir poca cosa: son todos uniformemente malos.

Lo mejor de la serie es que no se detiene ante nada, que cualquier exceso es bienvenido en ella. La total arbitrariedad en el desarrollo de los personajes, que pueden cambiar completamente de personalidad de un capítulo a otro, añade gasolina al fuego. La Jessy puede conspirar para que los narcos asesinen a la Cata un día, y unos pocos después arriesgar su propia vida para protegerla. Por su parte, la Vane decide emprender una cruzada contra los capos de la droga que tanto mal le han hecho a ella y a su entorno, para dos horas más tarde sentarse a tomar un café con sus amigas e intentar convencerlas de que el mejor modo de poner fin a sus problemas consiste en vender los 20 kilos de cocaína que acaban de llegar a sus manos como caídos del cielo. Por cierto, ¿en qué serie internacional de horario prime time las protagonistas digamos positivas se pondrían a discutir tranquilamente sobre cómo poner en circulación un alijo de farlopa? ¿No es genial?

Con “Sin tetas…” tengo, pues, mi ración semanal de placer culpable. Espero que la serie prosiga por mucho tiempo.

5 comentarios:

R BOUQUET dijo...

Yo sólo he visto algún episodio suelto de la serie pero me ha encantado esta entrada. No podía imaginarme que "Sin tetas..." fuera uno de tus guilty pleasures. Me encanta la expresión en inglés.

Pano L dijo...

No lo puedo evitar. Ninguna serie me engancha (y menos las españolas), pero la basura-basura tiene algo que te atrapa y no te suelta.

eduardo dijo...

..... basura me volví.....

CRIS dijo...

Jajaja!! Pero qué razón tienes!!
Es de esas cosas que nadie reconoce ver y sin embargo ven -o vemos- si no, no seguirían en la palestra.
Yo tengo otro guilty pleasure, aunque no sé si se puede confesar.
Bueno, lo digo en bajito (El diario de ... ssshhh...)

Pano L dijo...

Ja, ja! Tu guilty pleasure, Cris, es directamente una perversión. Pero hay bque ser un poco perverso en esta vida, no?