jueves, 10 de diciembre de 2009

Un regalo


Uno de los regalos que recibí en mi último cumpleaños fue un libro que por pereza no abrí hasta varios meses después. Se trata de la edición española (por Anagrama) de los diarios de Andy Warhol, que ha resultado ser toda una revelación para mí. Las entradas de estos diarios eran dictadas casi cada día por el artista entre 1976 y 1987 (año de su fallecimiento) a una de sus empleadas, Pat Hackett, por vía telefónica. El resultado, escrito en un estilo aparentemente neutro e impersonal por el que sin embargo se filtran en ocasiones sustanciosas vetas de malicia y perspicacia, me ha parecido apasionante. En él no sólo se ofrece un retrato de los medios artísticos y de la farándula en el Nueva York de los años 70-80 (el Studio 54, Liz Taylor, Jackie O, Diana Vreeland, Yoko Ono, Liza Minnelli, John Travolta, Grace Jones, Truman Capote, Mick y Bianca Jagger, Jerry Hall, Basquiat, Keith Haring, Schnabel y demás: la lista es descomunal, interminable), sino sobre todo del propio Warhol. Sus (pequeñas) grandezas y (grandes) miserias, su ojo clínico social, su obsesión por la fama y los famosos, el lujo y el dinero, su apreciable creatividad sometida a la obsesión por el reconocimiento, aparecen de manera transparente a lo largo de las páginas del libro. También su pésimo gusto cinematográfico, por cierto, pero esto es algo habitual: he observado que muchos artistas plásticos poseen unas aficiones fílmicas sorprendentemente vulgares.

Capítulo aparte para la reacción de Warhol ante la terrible irrupción del SIDA en el mundo, y muy especialmente a su alrededor. Patológicamente hipocondriaco, vergonzosamente cobarde, el artista admitía rehuir la mera cercanía física con algunos de sus amigos enfermos por miedo a contagiarse.

En resumen, el autorretrato no es nada favorecedor, de donde quizá haya que deducir que el artista era sincero en sus conversaciones con Hackett. Por eso encontré el libro tan interesante, y por momentos tan conmovedor.

Entre los cientos de personajes secundarios que aparecen alrededor del autor y protagonista, me fascinaron particularmente el modisto Halston y su pareja, un tipo estrambótico, politoxicómano y mentalmente perturbado llamado Victor Hugo (como el escritor, pero nada que ver con él). Soy incapaz de comprender por qué nadie ha dedicado hasta ahora un biopic a estos dos increíbles elementos, en cuya historia se concentra todo -y más de- lo que les gusta a los estudios de cine americanos: triunfo y caída, tormento sentimental, personalidad intensa, sexo, lujo, colorido y enfermedad. ¡Ustedes, los magnates de Hollywood! ¡¡¿¿Es que están dormidos??!!

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