lunes, 2 de noviembre de 2009
Una película llena de cosas que me gustan
Buñuel dirigió en 1977 “Ese oscuro objeto del deseo”, su última película. Basada en una novelita erótica de Pierre Loüys, “La mujer y el pelele” (otro libro de Loüys ya me sirvió de pretexto para una entrada anterior en este blog), cuenta la historia de un francés maduro y rico (Fernando Rey) que se enamora perdidamente de una joven española de clase baja que lo vuelve loco, negándose repetidamente a acostarse con él bajo el pretexto de que aún es “mocita” (léase virgen). La película ha pasado a la historia, entre otros motivos, porque el personaje de la chica está interpretado por dos actrices distintas, unas principantes Carole Bouquet y Angela Molina. El modo en que ambas mujeres se alternan para encarnar a la misteriosa Conchita es totalmente arbitrario, y a medida que avanza la película los cambios son más frecuentes. Decisión desconcertante de Buñuel que, sin embargo, el espectador acepta con toda naturalidad gracias al genio del director.
Viendo el otro día la película en la Filmoteca me asombró este fenómeno, la capacidad de Buñuel para hacernos asumir algo tan extraño como que dos personas que no pueden ser más distintas interpreten el mismo papel de manera alterna. Carole Bouquet era una mujer sofisticada, con cuerpo y porte de modelo y una gestualidad que remitía inequívocamente a la burguesía francesa. Angela Molina, en cambio, estaba por aquel entonces más bien rellenita, se movía como una bailaora de flamenco y poseía una magnífica vitalidad populachera. Incluso los modelazos de Chloé del vestuario están adaptados de manera distinta a las fisonomías de cada una de ellas: una misma blusa de seda se cortó recta y ceñida para Bouquet, y mucho amplia y con vuelo para Molina. Todo indica que Buñuel no pidió a las actrices que interpretaran su personaje como si fueran el mismo, sino dos diferentes: aunque no hablamos ni de lejos de una película psicológica (una de las cualidades más maravillosas que posee es que el personaje de Conchita es un absoluto enigma, nunca sabremos con certeza sus auténticas motivaciones: ¿deseo de libertad? ¿terror al sexo? ¿sadismo? ¿exigencia de respeto? ¿simple interés o codicia?), diría que incluso psicológicamente se trata de dos mujeres distintas… Y, sin embargo, una vez más, las aceptamos como una sola.
Pero este no es el único motivo por el que “Ese oscuro objeto del deseo” es un auténtico prodigio. Entre otros aspectos admiro en ella la brutal sinceridad que desprende: Buñuel nos confiesa en su último filme que no comprende a las mujeres, pero que le atraen y las necesita, y eso hace que le produzcan un terror demencial. Hablar de misoginia sería una simplificación, pero sí es cierto que el mensaje políticamente incorrectísimo de “ESODD” incorpora esta visión fatalista y terrible de la relación entre hombres y mujeres. Entre las otras obsesiones de Buñuel que también aparecen retratadas no faltan el terrorismo (toda la historia transcurre en un extraño clima de inseguridad en el que varios grupos terroristas cometen sus crímenes sembrando el caos), la vejez, la muerte y, evidentemente, el sexo. Hay en esta película tantas cosas de las que me gustan, de las que me han gustado desde que era niño, que aburriría a las moscas si me pusiera a enumerarlas. En la sesión de la Filmoteca, llegué en varias ocasiones a retorcerme de risa y vibrar de entusiasmo. Tenía “Ese oscuro objeto del deseo” un poco relegada dentro de la estupenda filmografía de Buñuel, pero hoy sólo podría decir de ella que integra el puñado de mis películas favoritas de verdad.
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