jueves, 12 de noviembre de 2009

Una birria de imaginario


Nunca me ha gustado mucho Terry Gilliam. “Brazil” y “Doce monos” las soporto un poco (pero sólo un poco) más que las demás, eso es todo. Pero lo que acaba de hacer con esa cosa llamada “El imaginario del doctor Parnassus” no tiene nombre.

Es muy posible que la película que hemos visto haya sufrido inevitables alteraciones respecto a lo que Gilliam tenía en mente, debido a que el actor protagonista (Heath Ledger) murió a mitad de rodaje, lo que obligó a contratar a tres actores más para que desempeñaran su personaje y, sobre todo, a reescribir a toda prisa el guión. Sospecho que las reasignaciones de última hora dieron más peso en la historia al personaje de Christopher Plummer, mientras hacían la narración más confusa y rebajaban el interés dramático. La cuestión es que, como resultado de todo esto, el sencillo hilo argumental sobre dos hombres que vendieron su alma al diablo de distinto modo y desean huir de la responsabilidad del pago de la deuda se convierte en una chapuza ininteligible. De todos modos, lo peor no reside ni de lejos en la cuestión narrativa. Lo peor de todo es que Gilliam demuestra una sorprendente ineptitud para la puesta en escena, que parece boicotear los mayores activos con los que cuenta (intérpretes competentes, fabulosa dirección artística) con una horrenda dirección actoral basada en el tic y una composición visual y montaje aún más insufribles. Por otro lado, cuando nos adentramos en el mundo digital se alcanza unas cumbres de fealdad y mal gusto que no quedan muy lejos de la trilogía de “El señor de los anillos” de Peter Jackson.

Hay que esperar más de dos horas de metraje para obtener una magra recompensa: los títulos de crédito finales son estupendos. Muy poca cosa a cambio de todo lo que uno ha tenido que soportar antes, la verdad.

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