jueves, 12 de noviembre de 2009

Amor loco


El otro día vi en la Filmoteca “Los amantes crucificados”, película dirigida en 1954 por Mizoguchi: no es ni de lejos de las mejores películas del gran director japonés. Cuenta la historia de una pasión adúltera en el Japón del siglo XVII, con un lirismo que en ocasiones puede resultar excesivo. Parte del público se puso a reír en la que a mí me pareció la mejor escena, un momento de una crudeza y un realismo admirables aunque pueda parecer todo lo contrario: es cuando la madre de la protagonista intenta convencer al amante de ésta, que acaba de escapar de su cautiverio por las fuerzas públicas, de que deje en paz a su hija (que aún puede evitar el oprobio gracias a que el marido renuncia a denunciarla y desea pasar página), y la respuesta de él es abrazar a su amada apasionadamente, pasión y abrazo a los que ella responde aún con más intensidad. Esta conducta, la de precipitarse a sabiendas en las garras de la desgracia cuando aún existía una posibilidad de salvación, sólo puede adoptarla un completo idiota o alguien enamorado. La secuencia era su manera ridícula, pero también completamente verosímil: sabemos que esto ocurre todo el tiempo en la vida real.

El fenómeno del amor loco me ha interesado siempre, incluso cuando era incapaz de comprenderlo demasiado bien. Para alguien con ciertas pretensiones racionales como es mi caso, el abandono de toda racionalidad como consecuencia de un sentimiento sobrevenido es una idea espeluznante y extraordinaria al mismo tiempo. Como material narrativo resulta apasionante, dadas sus infinitas posibilidades: cualquier espectador o lector comprenderá inmediatamente que el protagonista de una novela o película cometa las mayores estupideces del mundo, las temeridades más insensatas, si el motivo de todo ello es que está locamente enamorado. Porque sabemos que la vida es así, y que el enamoramiento todo lo justifica y todo lo explica, porque arrasa con todo como una apisonadora. Entre los cineastas que más y mejor han tratado sobre el “amour fou” destacaría a Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, a los que no puedo evitar referirme por enésima vez. Prácticamente tratan el tema en todas sus películas, y siempre de un modo único y original. François Truffaut ha hecho también grandes películas sobre la cuestión: la que más me impactó, cuando la vi de adolescente, fue “La sirena del Mississippi”. En ella, una hija de puta interpretada por Catherine Deneuve destruye a un Jean-Paul Belmondo que no puede (ni quiere) evitar caer en la trampa una y otra vez. La secuencia final, en la que él la sigue a ella por la nieve, es escalofriante. Recomiendo la revisión de esta película que el propio Truffaut consideraba fallida, y que actualmente no se difunde demasiado, pero que a mí me encanta.

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