lunes, 24 de noviembre de 2008

Goitia goes to Miami

Ignacio te invita en persona: él es así



Lo que voy a escribir a continuación nunca se lo he dicho al interesado: cuando conocí al pintor Ignacio Goitia caí de lleno en un malentendido que sospecho bastante habitual, y que afecta tanto a la persona (es decir, al propio Ignacio) como a su trabajo. En ambos casos, los valores superficiales resultan tan evidentes y portentosos que pueden producir cierto rechazo: el postmodernismo nos ha instruido para desconfiar del impecable acabado técnico de un cuadro, así como de un físico demasiado cercano a los cánones de belleza comúnmente aceptados. Imagino, de todos modos, que a Ignacio le importa un bledo tener que pagar este precio por ser coherente consigo mismo, y hace muy bien. Por lo que he creído percibir, en general las modas y sus tiranías le preocupan bastante poco, ya sea en el arte o en la vida.


Uno de los rasgos que me causan más irritación e impaciencia en una persona es el esnobismo. Para mí, un esnob es alguien que ante todo presenta ciertos problemas para distinguir la verdadera importancia de cada cosa, por lo que tiende a trastocar lo banal en esencial, y viceversa. Como resultado, es incapaz de apreciar realmente las cosas superfluas (de las importantes, ni hablamos) y se limita, según sus posibilidades, a desearlas con codicia o a acumularlas compulsivamente. Ignacio es exactamente lo contrario de un esnob: sabe como pocos qué es lo que de verdad importa en esta vida, que es la vida misma, y es por eso que -también como pocos- disfruta del lujo, de lo que sin más es bello o sienta bien, en suma de todo lo prescindible.


Por lo que a mí respecta, habiendo conocido más en profundidad al artista y los cuadros que pinta, estoy encantado de haber superado mi error inicial. Hablaba antes de coherencia: de verdad que conozco muy pocos casos en los que la esencia de un autor y la de su obra se correspondan con tanta exactitud. Todo el optimismo, el sentido del humor, la malicia, el perfeccionismo, la perspicacia y la libertad que irradian de una manera tan palmaria los trabajos de Goitia son los mismos que están contenidos en su personalidad, y que él despliega generosamente en el ámbito privado. Tener la suerte de conocerlo proporciona un bienestar no menor al que se derivaría de disponer en la propia casa de uno de un gran salón ocupado por media docena de sus lienzos.


En cuanto a éstos, cuando los vi por primera vez fue en un catálogo, y los juzgué bonitos a su evidente manera, demasiado abigarrados -aunque un genuino buen gusto y cierto ingenio los alejaran del kitsch- y también algo epidérmicos. Cosas de las prisas y los prejuicios. Afortunadamente, no me llevó mucho tiempo descubrir que en realidad estaban llenos de verdad y de vida, que era densidad lo que yo confundía con abigarramiento y que, sobre todo, no había nada de evidente, ni mucho menos de epidérmico en ellos. En cualquier cuadro de Goitia se superponen los planos narrativos, los significados, las interpretaciones. Por eso resultan al mismo tiempo leves y majestuosos, sumamente serios y de lo más juguetones. En algunas de sus imágenes, la fuerza y la solemnidad llega a cortar el aliento, y ante otras es imposible contener la sonrisa. Su perfección técnica resulta chocante, por inusual en los tiempos que corren, pero no es sólo que no ahogue la expresividad del cuadro: es que para cualquiera que esté un poco atento ni siquiera resulta la característica más llamativa. Cada cual elegirá lo que más le gusta de la obra de Goitia: para mí, lo mejor de todo es el intenso, conmovedor respeto mostrado hacia el misterio, que es donde (nunca me cansaré de decirlo) ubico la esencia del arte. Pero ya me explayaré sobre eso, si todo va bien, en la crítica que espero publicar en breve.


Por el momento, sólo pretendía informar de que el Hardcore Art Contemporary Space de Miami (http://www.hardcoreartcontemporary.com/) dedica a Ignacio Goitia una exposición que se inaugura a principios del próximo mes. Si no me equivoco (que me corrija él mismo si es así), se trata de su primera individual fuera de España y Francia, donde ya tiene cientos de adictos. Hace tiempo que no hay quien lo pare, de lo cual me alegro infinitamente. Ni siquiera me preocupa la amenaza de que su cotización en el mercado esté a punto de ponerse por las nubes: aunque insalvables restricciones presupuestarias me impiden disponer de una estancia decorada con sus obras, puedo obtener el mismo estimulante efecto disfrutando de vez en cuando de su presencia material.

2 comentarios:

hemantours dijo...

jejeje, Mi querido Ianko, porqué me tendré que enterar de tu visión de la vida ,de las cosas o en este caso de tu visión sobre mi y mi trabajo, en este tourbillon un peu rive gauche? Asi que mi supuesta superficialidad te produjo rechazo,eh? Y yo que pensé que estabas loco por mis huesos,jeje. Sinceramente, disfruto leyendo tu texto, pocas veces leo cosas sobre mi trabajo escritas con esta visión tan personal. ¡Que bien que nos presentó un día ese gran amigo tuyo y gurú del estilo propio.E.S.!

Una curiosidad, lo bello te parece prescindible?
Hablas de coherencia y esencia y yo añadiría; ¿De que nos serviría a los aristas el arte si no nos atreviésemos a intentar expresar lo más exactamente posible nuestra visión de la vida o las cosas que nos parecen importantes?
Es gracioso y triste ver como muchos artistas se dejan llevar por corrientes que no van con ellos pensando que les hacen parecer más modernos, o más petardas.

Ignacio Goitia

Pano L dijo...

Lo peor que un artista puede hacer es no ser fiel a sí mismo. La impostura es lo primero que trasciende, y anula cualquier intento creativo. Claro que hay quien sencillamente no tiene talento alguno, y de nada le sirve ser sincero.
Buen viaje, y suerte en Miami!