domingo, 3 de octubre de 2010

Popea, la nueva celebrity



No voy mucho a la ópera, como ya no voy mucho al teatro, sobre todo porque me pone de los nervios asistir una y otra vez a montajes que se empeñan en boicotear una música y unos textos que me gustan. Pero, en fin, después de su muy plausible trabajo en la dirección de "Las bodas de Fígaro" para la ABAO, decidía dar una oportunidad a Emilio Sagi, que presentaba su visión sobre "La coronación de Popea" en el teatro Arriaga de Bilbao. El resultado: la enésima muestra de lo que apuntaba en la primera frase de este texto.

Desde luego que todo el mundo tiene derecho a interpretar los clásicos como le dé la gana, y a estirar si quiere su esquema argumental para sugerir enseñanzas sobre la sociedad contemporánea que obviamente no estaban en el ánimo del original. Pero no creo que esa operación conceda carta blanca para la banalidad y la demagogia. Sagi convierte la historia de la ascensión al trono de Roma de la maquiavélica Popea en algo así como la forja de una celebrity, con un tono bufo de lo más cargante. La escenografía llevaba la firma de una auténtica estrella, la arquitecta y diseñadora Patricia Urquiola, y no era lo peor del montaje, aunque por momentos hacía pensar en la pobreza estética de un plató de televisión. De hecho, había en ella algunas ideas interesantes (una curiosa celosía, unos fondos iluminados en colores fuertes y planos), pero éstas quedaban anuladas por el incesante y pedestre subir y bajar de objetos sostenidos por cuerdas. Esta coreografía de los trastos distraía a más no poder, oscilando entre lo arbitrario -figurantes moviéndose mientras sostenían en sus manos sillas y mesas- y el subrayado más burdo -momento de gloriosa obviedad cuando Séneca asume su muerte mientras desciende sobre el escenario una enorme calavera forrada de púas. Pero aún había algo mucho peor, y era el espantoso vestuario, que ni me molestaré en describir. Una cosa es exponer lo hortera, y otra muy distinta asumirlo como estandarte.

Los cantantes, eso sí, eran como media bastante buenos: me gustaron sobre todo los que interpretaban a Otón y Drusila. Popea manifestaba una tendencia al adorno de diva del soul que me sacaba un poco de quicio de vez en cuando.

De todos modos, nada es capaz de anular la maravillosa música de Monteverdi. Los minutos finales, cuando Nerón y Popea cantan una obra maestra llamada "Pur ti miro", dejaban en la nada el pesado y evidente simbolismo de una enorme corona-cárcel alrededor de la nueva emperatriz, y ponían los pelos de punta gracias a su belleza extrema, a prueba de bomba. Curiosamente, hay quien afirma que la pieza es un plagio de otro autor, y que en realidad no la compuso Monteverdi. Sea esto verdad o no, os recomiendo que no os perdáis el siguiente enlace y pinchéis aquí.

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