miércoles, 13 de octubre de 2010
Adaptando a Proust
Ya he escrito antes en este blog sobre mi opinión acerca de las adaptaciones cinematográficas de obras literarias, sobre la diferencia entre un creador y un mero ilustrador, etc. También sobre mi pasión por “En busca del tiempo perdido”, la inmensa, inabarcable macronovela de Marcel Proust. Y sobre mi visión del enamoramiento como fenómeno ante el que conviene ponerse en guardia. Volveré una vez más sobre todo ello, con la excusa de “Un amor de Swann”, película dirigida en 1985 por el alemán Volker Schlöndorff a partir de una pequeña parte de la obra proustiana.
Este pasado puente de octubre me dediqué, entre otras cosas, a revisar películas vistas hace mucho tiempo y ya olvidadas. Esta “Un amor de Swann” fue una de ellas.
La película adaptaba básicamente uno de los capítulos del primero de los siete volúmenes de “En busca del tiempo perdido”, que es además uno de los mejores de todo el conjunto y, sobre todo, el único que constituye una especie de pieza independiente, desgajable del resto, con su principio y su final narrativos más o menos claros. En él se cuenta la historia de Charles Swann, gentleman que a pesar de su origen judío es el niño mimado de la gran nobleza parisina a finales del siglo XIX –en especial de la bella y admirada duquesa Oriane de Guermantes-, y que se enamora perdidamente de una mujer tan cursi como viciosa, una putilla de altos vuelos llamada Odette de Crécy que ni siquiera es su tipo. Proust lograba una pequeña obra maestra dentro de la gran obra maestra que es toda la “Recherche”, un implacable estudio de las pasiones humanas, del proceso y el mecanismo del enamoramiento (con toda su sintomatología, incluyendo los celos, la duda, la desesperación, la dicha arbitraria, etcétera), escrito además con su estilo inigualable, de una belleza barroca y una asombrosa precisión sensorial.
En cuanto al trabajo de Schlöndorff… Pues hombre, no me gustaría despreciarlo del todo, porque se adivina la intención de hacer algo interesante, además del respeto a Proust. Quizá demasiado respeto, hasta el punto de paralizar la acción creativa del director. Con una extraordinaria fotografía de Sven Nykvist y unos protagonistas bastante decentes –aunque ni Jeremy Irons daba físicamente el tipo de Swann, ni mucho menos Ornella Muti el de Odette, y ambos están doblados en la versión francesa-, además de algún que otro instante de inspiración (un par de escenas eróticas, y el encuentro final entre Swann y la duquesa de Guermantes en la casa de ésta), y sobre todo con un guión bien armado, la película no ofende, pero tampoco termina de interesar demasiado. Su apuesta visual parece en sus mejores momentos cercana al Visconti de "El inocente", pero casi siempre queda más cerca de un James Ivory a medio gas. Con la intención de espesar la leve anécdota argumental de partida, se invocan fragmentos de otros volúmenes de la obra, realizándose un interesante paralelismo entre el amor y la enfermedad, pero por desgracia esta idea recibe un tratamiento bastante superficial. Mientras tanto, los pasajes con más potencial cinematográficos del original –Swann vagando en carruaje por las calles de un París nocturno, buscando a Odette mientras toma consciencia de su propio enamoramiento- se desaprovechan de la peor manera.
Una década más tarde, el chileno Raúl Ruiz realizaría otra adaptación de Proust, esta vez a partir de “El tiempo recobrado”, último volumen de la saga. Esta vez los resultados obtenidos serían mucho mejores, gracias a la inventiva visual, al talento de Ruiz para sorprender en cada plano. Recomiendo vivamente su visionado.
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