jueves, 14 de octubre de 2010

Entrevista a Elssie Ansareo


Entrevista con la fotógrafa mexicana Elssie Ansareo que (en una versión un poco más reducida) publiqué hace unas semanas. Ansareo ha inaugurado una nueva exposición, titulada "The Misted Glass", en el Espacio Marzana de Bilbao.

Es usted mexicana, pero vive desde hace varios años en Bilbo. ¿Esto la convierte en outsider?
No había contemplado tal consideración, pero podría decirse así. No soy muy amiga de las etiquetas, pero sí le puedo decir que soy conciente de mi rango de acción y de mi origen.

¿Por qué decidió venir a Euskadi a estudiar Bellas Artes, y por qué se quedó para desarrollar su carrera?
Era una entusiasta de estudiar fuera algún tiempo. La elección de Euskadi estuvo supeditada a que mi padre tiene familia por aquí, aunque no fue mi opción inicial. Me quedé por darme la oportunidad de hacerlo, y ocurrió que encontré la fotografía y algunas personas maravillosas.

¿Conoce el medio artístico mexicano? ¿Aprecia diferencias entre éste y el vasco?
Sí, lo conozco. En mi último viaje a México, el mes pasado, he podido apreciar que los artistas en su gran mayoría apuntan a la globalización. Ser artistas globales significa desarrollar un determinado tipo de discurso que es coherente y funciona únicamente en ésta línea de lo global. Esto no sólo no se lleva a cabo en Euskadi, sino que ni siquiera se contempla.

¿Cree entonces que hay algo de endogámico o de ensimismado en la escena artística vasca?Puede ser. Pero con ello no quiero decir que todos tengan que ser artistas globales, pero sí es buena una mayor voluntad de mirar hacía afuera.

En todo caso, su trabajo ha combinado aspectos temáticos que de algún modo “se esperaría” de alguien que proviene de la cultura mexicana (familia, muerte) con un tratamiento estético bastante inesperado…

Absolutamente de acuerdo. Son temas que verdaderamente me apasionan. En cuanto al tratamiento estético, me resulta bastante halagador que se refiera a ello como “inesperado”…

Centrándonos en la cuestión familiar, sus imágenes presentan cierta ambigüedad. El propio individuo construye su núcleo, pero también hay una cierta rigidez y opresión por ese entorno construido.
El individuo, en un altísimo porcentaje, elige con quién quiere estar, de quién quiere rodearse. Estas decisiones vienen sujetas a afectos, amores, intereses, afinidades y todo lo imaginable, en términos positivos y negativos. La rigidez y la opresión, si es el caso, las construye el propio individuo como producto de sus decisiones.

Asumo que esa dinámica es la que le interesa retratar...

Me interesan los vínculos, el conflicto. Ejercer voluntad en el ámbito familiar es verdaderamente complejo. La familia es una estructura con una jerarquía que establece relaciones de poder cuya comunicación esta sujeta al nivel emotivo del lenguaje, por eso es también la institución del malentedido perpetuo.

La reflexión sobre lo femenino también aparece en su trabajo de manera muy natural. ¿Cómo la integra?
Ser mujer me da una determinada visión del mundo, una interpretación de éste diferenciada de manera ineludible. Me preocupa llegar a la cuestión de fondo y hablar de algo que conozco de primera mano a través de mi experiencia, mi inteligencia y mi sensibilidad.

“The Misted Glass” (El espejo empañado) es un título que parece hacer referencia a la distorsión de la propia imagen.
Efectivamente, me he planteado esta serie de fotografías cómo un autorretrato y de este modo abordar la idea de la propia representación, me han surgido cantidad de preguntas. Entre otras, cómo representarme, o cómo se me percibe. “The misted glass” es precisamente una imagen distorsionada, resultado de relacionarnos con nuestro cuerpo a partir del defecto.

Si en trabajos recientes anteriores la identidad se forjaba a través de la herencia y las relaciones familiares, ahora se dirige hacia el propio individuo.
Me he dado cuenta que el quid de la cuestión está en una misma. He tenido que acudir al espejo y preguntarme qué es lo que estaba viendo y cómo lo iba a articular. Era una fase necesaria que, creo, enlaza con todo el trabajo anterior porque en todo ello subyace el mismo proceso de identificación.

En ocasiones, llega al desdoblamiento, a la percepción de uno mismo como el Otro. ¿Le interesa la tema del doble o la dualidad?
Muchísimo, tengo auténtica obsesión con la dualidad. Por exceso o por defecto, pienso que es otra de las constantes en mi trabajo y una pieza clave tratando el tema de la identidad.


Algunas de sus fotografías resultan inquietantes precisamente por el modo en que el cuerpo humano aparece reificado, transformado en un objeto casi parte de la escenografía.
Así es. El cuerpo femenino, o más bien la idea del mismo, es relativa porque todo el mundo tiene una opinión al respecto, y estas opiniones resultan a menudo antagónicas: están por ejemplo la ministra de igualdad, los políticos, los publicistas, las feministas…. Los colectivos, que es como hablar del todo y la nada. Finalmente, esa idea de cuerpo es una moneda de cambio, mientras se refieren al cuerpo femenino haciendo esfuerzos descomunales para que parezca que no hablan de un objeto. Así que yo opté por presentar un cuerpo que no pretende ser otra cosa que un objeto inserto en la composición de diversas naturalezas muertas.

Una de sus obras formó parte de la reciente exposición Chacun à son goût en el Guggenheim Bilbao. Imagino que esto le supuso como mínimo una satisfacción…
Una gran satisfacción. Yo llegué a Bilbao el verano de 1997, año en el que se inauguró el Guggenheim: 10 años más tarde una exposición en este museo mostraba mi obra. Aparte de esto, tuve la ocasión de trabajar bajo unas condiciones no habituales para un artista joven, rodeada de un equipo técnico estupendo tanto en Bilbao como en París [ciudad en que se produjeron las piezas].


¿Cómo cree que ha evolucionado su obra desde sus inicios?
Es difícil responder a eso… Creo que he ganado en seguridad y en destreza; ahora soy capaz de ofrecer un espectro más rico de lectura de la obra, que por otra parte continúa en desarrollo.


Sus fotografías presentan pocos objetos, pero cada uno de ellos se presenta con una gran carga de significatividad. Cuchillos, vajillas, jarrones de cristal con flores, alimentos… ¿Forman parte de un sistema de signos de voluntad simbólica?
Sí, todos y cada uno de ellos son depositarios de significados muy concretos, con un papel determinado dentro de la imagen, que en conjunto forman parte de un sistema de signos de voluntad simbólica, como bien apunta. Esa podría ser una bonita definición para naturaleza muerta, se trata justamente de eso.

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