martes, 26 de octubre de 2010
Letizia y Felipe
Que no me resisto. Imagino que a estas alturas de la película el tema estará tan sobado que será un puro tópico, pero, ¿cómo no dedicar al menos una docena de líneas a la miniserie de Tele5 sobre Felipe y Letizia, el Gran Romance Español del siglo XXI?
Con la posible excepción de las series de vecinos de José Luis Moreno, la televisión española reciente no había sido capaz de parir una comedia tan hilarante. Que todo lo cómico en ella sea involuntario es lo de menos: a fin de cuentas, lo que de verdad importa es el buen rato procurado. Cuando uno admite que la mejor interpretación de la serie corre a cargo de la ínclita Amaia Salamanca ya se está dando la medida del fenómeno. Del rey-muñegote de Juanjo Puigcorbé y el risible fantoche-príncipe Felipe de Fernando Gil mejor no hablar mucho: sería robarles todo su encanto y su secreta poesía. Y la reina Sofía de Marisa Paredes merece tres hurras y unos pasos de sirtaki. Su acento –que de ningún modo es griego, pero tampoco de otro país identificable- finalmente se parece más al chispeante soniquete que proporciona una media borrachera, aunque de ello no cabe concluir que Tele5 acuse veladamente de dipsómana a la reina de todos los españoles, puesto que como es bien sabido la soberana es abstemia y de costumbres muy frugales.
Como mis costumbres son por lo menos tan frugales como la de nuestra querida doña Sofía, me retiré a mis aposentos mucho antes de que la emisión hubiera terminado. Esto no me impidió regodearme en chispazos de genio tan sublimes como el del futuro matrimonio bailando ritmos caribeños en una piji-discoteca capitalina, el príncipe henchido de gozo al ver por televisión a su amada portando los pendientes que le ha regalado -¡ataviado con un encantador chándal como de residente suburbano en día de asueto semanal!- o a una irreconocible infanta Cristina aconsejando a Felipe la mejor manera de colar el noviazgo ante “papa y mamá”. Momentazos.
Con ese panorama, ¿cómo es posible que la batalla por el share la haya ganado finalmente la soporífera historia de Viriato y la forja de la actual España con una estética de telepeplum italiano contemporáneo? ¡Vamos, hombre!
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