lunes, 25 de octubre de 2010

La red social: ¡la peli de Facebook!


La última película americana con aura es “La red social”, de David Fincher. Aparenetemente arrepentido de unos inicios plagados de artificio y efectismo (“Se7en”, “The Game”, “El club de la lucha”), Fincher se ha reconvertido en la última versión del Gran Narrador Americano, esa clase de autor que despliega una batería formal tan sobria como consistente al servicio de una historia cargada de significación. Es una lástima que lo que tenga que contar en sus últimos trabajos, ya adscritos a esta modalidad (“Zodiac”, “Benjamin Button”), sea tan poca cosa. Digan lo que digan, me parece que en “La red social” vuelve a ocurrir lo mismo.

La película posee una magnífica factura, y desde luego está puesta en escena con soltura y aplomo, lo que ya es mucho. Aparte, no se puede negar el interés de asistir a los inicios de un fenómeno rabiosamente contemporáneo y omnipresente como Facebook en particular, y la web 2.0 en general. Tampoco veo nada de malo en el reciclaje de Fincher, que pretende ahora pasar por una gran contador de historias. La única pega es que para ello hace falta una gran historia: no basta con la enésima variación del patito feo despechado que ansía el éxito como compensación ante el desprecio de la mujer amada. Supongo que como medio para que el espectador se identifique con su antipático personaje protagonista (que en realidad basó su triunfo en la apropiación de ideas ajenas, así como en el engaño más rastrero a sus compañeros de proyecto), la variable de la simple codicia económica queda totalmente excluida de la ecuación (lo que resulta, admitámoslo, bastante inverosímil), para ser reemplazado por la herida incurable de un amor no correspondido. La idea no carece de interés, y proporciona un inesperado trasfondo romántico a esta historia de lobos y corderos frikis, y además evita la fastidiosa necesidad de profundización psicológica, pero también lo vuelve todo un poco banal, y sobre todo nada compatible con un estilo que parece reivindicar su propio peso específico en cada plano. Por cierto, que hay muchísimos planos en la película: el ritmo se logra a costa de saltar constantemente de un punto de vista a otro, lo que marea tanto o más que la gran masa de películas actuales dirigidas cámara en mano. Y, cuando Fincher abandona su aparente sobriedad para ponerse decorativo (secuencia de la regata de remo que pierden los gemelos Winklevoss), se le ve el plumero de un pasado de artificiero del que ahora parece renegar.

Peor para él: a la larga, no hay política menos rentable que la de la negación de uno mismo.

1 comentario:

Federico Desocn dijo...

Muy interesante la película, a decir verdad no es buena, sino interesante. Es sobre facebook, esa red social que habita media internet.
Hoy todo pasa por facebook o twitter, miren si será así que justo estaba pintando muros de amigos mientras leía la nota...en fin se las dejo para que se diviertan también http://www.originals-artistcollaboration.com abrazoo