sábado, 3 de julio de 2010
Truffaut en el Madrid tropical
Si Madrid resulta en general una ciudad bastante extraña, este fin de semana lo está siendo aún más. El mogollón del Orgullo Gay, la huelga salvaje de los empleados del metro y –sobre todo- la definitiva instalación de un extrañísimo clima tropical que incluye calor húmedo y furiosas tormentas sin pleno aviso, convierten la estancia en la capital de España en lo más parecido a un viaje de ácido. Y todo sin moverse uno de su barrio.
Sin moverme de mi barrio, decidí ayer abstraerme de esta alucinógena realidad metiéndome en la Filmoteca para ver “Jules et Jim”, de François Truffaut. Una película también bastante excéntrica, sobre todo porque se trata de la única que conozco que resulta al mismo tiempo una obra maestra y un experimento fallido. Y no quiero decir que sea alternativamente una cosa y la otra: me refiero a que es ambas cosas a la vez, y durante todo su metraje.
La historia narrada se basa en una buena novela autobiográfica de H.P. Roché: en la Francia de las primeras décadas del siglo XX, dos bohemios se enamoran de la misma mujer, una insatisfecha crónica que los hiere y se hiere a sí misma, y que sin embargo ni por un momento deja de resultar maravillosa. Es, pues, una adaptación, un film de época y una historia sentimental, casi melodramática. Algo que los autores de la nouvelle vague, de la que Truffaut era uno de los sumos sacerdotes, habían criticado por activa y por pasiva en sus escritos y declaraciones. Creo que, como compensación, Truffaut se muestra excesivamente afanoso, casi desesperado por evitar toda sospecha de academicismo, para lo cual acude a recursos formales que fragmentan la imagen, evitan los encuadres ampulosos y la limpieza expositiva, mientras huye de toda explicación psicológica de sus personajes. El resultado, hay que admitirlo, incomoda y fascina. Yo no tengo ningún problema para sentirme incómodo a condición de estar fascinado, de manera que adoro la película.
Aparte, hay que mencionar la banda sonora de Georges Delerue, quizá el mejor trabajo de uno de los más grandes músicos de la historia del cine. El tema de Catherine y Jim es de lo más hermoso que se ha compuesto nunca para una película.
Por cierto, como muchos de vosotros sabréis, en un momento de la película Jeanne Moreau canta la canción que da título a este blog (y que no está compuesta por Delerue, sino por un tal Bassiak, que también interviene como actor en la cinta). Si utilizo la palabra sublime para definir los planos sobre el rostro de la actriz, su voz en la banda sonora y la letra y música de la melodía, me temo que me quedo corto.
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