miércoles, 28 de julio de 2010

En la cuerda floja


Crítica de arte que publiqué en el último número de Art Notes. Se refiere a la expo de Madrid de Ignacio Goitia de la pasada primavera, pero también podría aplicarse a la posterior en la galería Lumbreras de Bilbao por el mismo artista:

Ignacio Goitia (Bilbao, 1968) vuelve a presentar su obra en la galería Angel Romero de Madrid, y la ocasión tiene algo del regreso de un viejo conocido. En efecto, se mantienen las premisas formales y conceptuales que han caracterizado al bilbaíno desde sus inicios, y que satisfarán a sus muchos admiradores (búsqueda de la perfección técnica, profusión ornamental, querencia por las arquitecturas nobles), aunque en esta ocasión conviene aplicar mayor agudeza de la habitual sobre el título elegido para la exposición. “Escenas de amor y lujo” es una denominación vagamente irónica, cuya literalidad y aptitud descriptiva no excluyen la ambivalencia. En realidad, bajo este epígrafe se podría recoger perfectamente toda la obra de un pintor cuyo universo de palacios, sedas y mármoles encarnaría el sueño de todo ávido consumidor de novelas rosa y folletines ochenteros. Sin embargo, el ojo más avezado detectará también en él lecturas menos textuales: en primer lugar, porque, por muy suntuosos que sean los escenarios en los que Goitia enmarca sus escenas, el elenco de personajes que las habitan, lo que realmente confiere a éstas toda su energía expresiva, está compuesto por una amalgama de visitantes casuales, elegantes iniciados y fuerzas del orden, que no siempre podría esperarse en el género que se está parodiando sutilmente. Lo que nos lleva a otra de las facetas más estimulantes del artefacto, que es su naturaleza amablemente sarcástica, desvelada de nuevo por el título. La visión de Goitia sobre el mundo del boato y el oropel incorpora una buena dosis de fascinación, pero también cierta distancia irónica, sistema de opuestos que constituye una de sus principales virtudes, y que no siempre ha sido suficientemente señalado por la crítica. Los mensajes que inciden en la reivindicación de la libertad individual, en la concepción del tiempo y las clases sociales como un sistema de planos con tendencia a cruzarse, constituyen tan sólo una parte del entramado conceptual de Goitia, cuya complejidad crece gracias al mencionado exponente de la ironía. Lo que no evita, curiosamente, que algunos de los mejores resultados se obtengan potenciando el registro solemne (“Boda en Praga” es quizá el cuadro más destacable de la exposición, como en la anterior cita en Angel Romero lo fue “Aids Memorial al estilo vienés”). En la medida en que Goitia sea capaz de mantener su admirable trayecto por esta cuerda floja, su obra seguirá teniendo personalidad y resonancia, cosa que esperamos ocurra aún por mucho tiempo.

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