jueves, 29 de julio de 2010

Crónicas mexicanas (2): De comida


Ya que hablamos de tópicos relacionados con México, allá va otro: la comida mexicana es una rutina compuesta de tortillas de maíz, frijoles y aguacate, y además todo sabe igual, porque se presenta enmascarado por litros de salsa picante.

La enésima majadería popular relativa al país de María Félix.

En realidad, la gastronomía mexicana es variadísima y terriblemente delicada. Se consumen toda clase de verduras, carnes y pescados. Puede que estos últimos no tengan el intenso sabor característico de las especies del Cantábrico, pero tal desventaja se suple con preparaciones tan deliciosas como la veracruzana, con tomate, cebolla y aceitunas. El huachinango y el róbalo son dos de las especies locales más habituales en las cartas de los restaurantes. El sabor de los chiles está lleno de matices, y anima fantásticamente los platos del país. Y, aunque no todo son tacos, diré que éstos suelen estar exquisitos: sobre todo si uno los come en El Califa.

Dos descubrimientos de primer nivel. El primero, el nopal, que es como los mexicanos llaman a la chumbera, y que además forma parte del símbolo nacional azteca. Quién iba a decirnos que la carne de lo que no es otra cosa que un cactus iba a resultar tan sutilmente sabrosa. En ensalada o preparada con queso es una auténtcia delicia. Por lo que he podido averiguar, además, el nopal concentra todo tipo de propiedades nutricionales, así que propongo –de manera altruista, porque yo soy así de generoso- una gran idea de negocio para los emprendedores: poneos a vender chumberas para consumo humano ahora mismo. Es el alimento del futuro.

El otro descubrimiento al que os animo a entregaros es el huatlicoche. Se trata de un hongo parasitario de las mazorcas de máiz, de disuasorio color gris negruzco, pero que posee un sabor absolutamente único y maravilloso. Es habitual en tortillas y acompañado de queso, pero recomiendo degustarlo lo más aisladamente posible para apreciar mejor su complejo gusto. Precisamente fue una negra sopa de huatlicoche lo que más me gustó de todo lo que pude probar durante mi estancia en el DF. Pienso en ella y se me hace la boca agua.

Por otro lado, según me pareció apreciar, el mexicano medio come mucho y en cualquier momento. Las calles están plagadas de puestos de comida donde el género se despacha abundantemente y a precios irrisorios, y cuando uno entra en un comercio no resulta extraño encontrarse al dependiente en pleno proceso de degustar un taco o una tapa (allí llamada “antojito”). El resultado es que la tasa de obesidad de la población resulta alarmante a nada que uno sea un poco observador, pese a las campañas institucionales que aconsejan una alimentación equilibrada.

Claro que una de las primeras cosas de las que uno se da cuenta es que México es un país de contrastes. Y esto de la comida no iba a ser una excepción.

1 comentario:

Maria Arrue dijo...

No es que me considere una gourmet experta en restaurantes del mundo, pero si me preguntases en cuál he comido mejor en mi vida la respuesta sería instantánea: en México, en el Gadua, en una palapa sobre la playa de Puerto Escondido. Y el plato, que tuve que repetir fue el atún sellado. Estoy de acuerdo con que es un país de maravillosos contrastes y sorprendente comida.