martes, 29 de marzo de 2011

Un texto más sobre Elizabeth Taylor



Como todo el mundo sabe, la semana pasada murió Elizabeth Taylor. No, no voy a mencionar yo también lo del color de sus ojos, historia que por otra parte es más bien absurda. Ni siquiera me dedicaré a alabar la belleza de la diva, que tampoco me parecía para tanto. Hasta la primera mitad de los años 60, Taylor ofrecía el aspecto de un bibelot de porcelana, y tenía el mismo tipo de lindura algo kitsch, atemporal e intrínsecamente antimoderna. Después ya fue otra cosa: su físico cedió a la tendencia expansiva, mientras la vulgaridad de sus rasgos emergían sobre la fina superficie vidriada, acompañando este fenómeno con algunas admirables (y barrocas) decisiones cosméticas, desde el denso maquillaje ocular hasta el cardado con forma de nimbo negro ala de cuervo. Brazo grueso, pierna corta, gran cabeza: en lugar de disimular lo que en principio debían ser defectos, a partir de cierto momento supo hacer de la necesidad virtud, para componer una imagen icónica y radical.

Pero, se diga lo que se diga, lo mejor de Elizabeth Taylor es que era una gran actriz. Desde el principio, lo fue: maravillosa en “Un lugar en el sol” (junto al también maravilloso Montgomery Clift), en “Gigante”, en la por otra parte soporífera “El árbol de la vida” y en la ridícula (hasta tal punto que por ello es a veces también sublime) “De repente… el último verano”. Volvió a estarlo, aunque ya de otra manera, gracias a “¿Quién teme a Virginia Woolf?”. Y en “La gata sobre el tejado de zinc” su presencia beneficiaba al dudoso texto de Tennessee Williams (conseguía que su personaje, escrito como una histérica, resultase en cambio adorable y luminoso), y hoy todo el mundo recuerda a Maggie La Gata como el colmo de lo deseable y lo erótico. Bien por ella.

Taylor era una estrella de verdad, y las estrellas de verdad siempre resultan creíble, incluso en las circunstancias más adversas (dirigida por Zeffirelli, por ejemplo, o incluso peor, en telefilmes de medio pelo). Si hacía falta que la credibilidad se compusiera a su imagen y semejanza, pues se hacía. Como Sophia Loren, como Catherine Deneuve, como Julia Roberts, de esa misma naturaleza era. Nunca hizo una película completamente mala, porque cualquier película tenía ya algo de bueno si ella la protagonizaba. Imposible pedir más a una actriz.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Edward Albee es un genio. El texto de "Who's afraid of Virginia Woolf?" es brutal. La película no le va a la zaga, pero cabe preguntarse que parte es interpretación y que parte documental... En fin, una pena que la Taylor se acabara convirtiendo en una parodia de sí misma y que en sus ultimas apariciones pareciera sacada de un skecth de Muchachada Nui...

Un saludo:

Alex

PS: Dale una oportunidad a Ishiguro. Sus tres primeras novelas son maravillosas (incluida la que Ivory hizo película)

Off-topic: Sobre el tema del alcoholismo (de lo cual la Taylor podría haber escrito un Tractatus) me gusta tambien mucho la de "Lost weekend" (traducción literal: "Días sin huella") de Billy Wilder a pesar del final edulcorado (esto es Hollywood al fin y al cabo).

Pano L dijo...

Gracias, Alex.
A mí, en realidad, Taylor me gustaba bastante por muy desfasada que estuviese.
De Ishiguro sólo he leído "Nunca me abandones", que me pareció en general una buena idea muy mal desarrollada.
Y también me gusta mucho "Días sin huella", del gran Billy Wilder.

Elena Valmala dijo...

Agradezco la falta de almíbar en un comentario a la muerte de una diva. Chico,qué capacidad se tiene para convertir defecto en virtud. Ahora bien, tengo que decir que para mí quisiera todo ese rosario de pegas. Muchas gracias, queridísimo.
Elena Valmala.

Pano L dijo...

Gracias, Elena. De todos modos, sospecho que si Liz te hubiera conocido ella sí que habría tenido bastante que envidiar.

Tiendas Muebles dijo...

Sin lugar a dudas nos ha dejado una de las más grandes actrices de toda la historia de la cinematografía mundial.
No sólo hablamos de una belleza incomparable y una sensualidad arrolladora, sino también de un talento interpretativo fuera de común.
Ella sóla es capaz de mantener una película como "Butterfly 8", aburrida pero con una actuación magistral de la diva de los ojos violeta (con la que recibió su primer Oscar); o ser el complemento perfecto para sus compañeros de reparto. Ahora mismo estoy pensando en Un Lugar en el Sol, junto a Montgomery Cliff y Shelley Winters, o Gigante, junto a los siempre llorados Rock Hudson y James Dean.
Inolvidables también ¿Quien teme a Virginia Wolf?, La gana sobre el tejado de Zinc o Cleopatra.