miércoles, 16 de marzo de 2011

Rohmer en la Filmoteca española


La Filmoteca, una vez más, ha acertado: estos días programa un ciclo sobre el director francés recientemente fallecido Eric Rohmer, uno de los ovnis más interesantes surgidos en el toda la historia del cine. Sus películas no se parecen a las de nadie, aunque ha tenido muchos imitadores. Al mismo tiempo radicalmente conservador e inesperadamente subversivo, Rohmer era un exquisito y un malévolo, y uno de los directores más franceses que quedaban en el siglo XXI. Yo identifico Francia con lo mejor que la burguesía (tan denostada en general) es capaz de dar, que es una cierta forma de refinamiento en lo cotidiano, una manera de entender lo social y lo mundano que tiene algo de amablemente elitista, pero que me parece mucho más honesto que otras variaciones identitarias de las elites sociales europeas, desde las pretensiones de hidalguía españolas al crudo clasismo británico (tan intrínsecamente ridículos ambos).

Al igual que su compatriota (también fallecido hace muy poco) Claude Chabrol, Rohmer hacía en sus películas un amplio hueco para la burla dirigida a las clases burguesas, pero bajo una modalidad mucho menos hiriente, y también menos directa que la del autor de “La ceremonia”. Rohmer se limitaba a retratar un determinado entorno social a través del retrato de los personajes que lo habitan, que quedaba tan lejos de la idealización como de la caricatura. Una vez leí unas declaraciones de Vicente Aranda en una entrevista, en las que afirmaba que le gustaba Rohmer entre otras cosas porque sus personajes eran bastante idiotas, lo que daba mucho juego a sus historias. Aranda tenía razón: en todos los personajes de Rohmer habita un tonto que miente a los demás porque en primer lugar se miente a sí mismo, un ser ridículo que es incapaz de asumir sus propias deficiencias y las de la realidad misma, un pelele sobrepasado por las circunstancias. Detrás de los largos parlamentos de sus películas, de los característicamente rohmerianos diálogos sobre el amor, la trascendencia, el azar o la responsabilidad en que se embarcan sus criaturas, lo que hay es un terror al vacío vital que se pretende llenar a toda costa. Por eso son todos tan contradictorios, por eso están tan perdidos y por eso uno se divierte tanto contemplándolos como se contempla las hormigas de un terrario.

El otro día, viendo de nuevo la maravillosa “Pauline en la playa”, cuyo guión tiene el encanto de las comedias ligeras shakespirianas y en términos de puesta se acerca por momentos a un Renoir, pensaba todo esto y también algunas cosas más. Quien no conozca el cine de Rohmer, ahora tiene una oportunidad de oro para acercarse a él. Aprenderá mucho de la vida en general, y sin duda también del cine en particular.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que en la Filmo cuidan mucho a los amantes de la Nouvelle Vague. El año pasado le dedicaron un ciclo a Truffaut y ahora, debido a sus recientes muertes, hay una pequeña retrospectiva con las obras más señaladas de Rohmer y Chabrol.

Además estamos de enhorabuena que en breve, y en salas comerciales, estrenan la ultima de Rivette (con el bueno de Castellito).

Por cierto, viste la ultima de JLG? Yo la "disfruté" en el Pequeño Cine Estudio (monumento a la decadencia) y no entendí las loas que la dedicaron en Cannes 2010...

Un saludo:

Alex

PS: El mes que viene ciclo de Cavalier :)

Pano L dijo...

Hola!
No, no la vi. Godard hace tiempo que me da bastante miedito.
El ciclo Cavalier no me lo pierdo!

Anónimo dijo...

ja,ja Hiciste bien. Menudo puro! Los cahieristas decían que era la pera, pero, en mi humilde opinión, era insufrible. Buen fin se semana:

Alex