viernes, 7 de enero de 2011

Casting


La tarde de Reyes, el primer canal de Televisión Española emitió las cuatro horas de "Lo que el viento se llevó". Lo que prueba, en primer lugar, que la obra dirigida en 1939 por (entre otros) Victor Fleming conserva intacto su estatus de película-acontecimiento. En realidad, por conservar conserva milagrosamente todas sus cualidades, de la primera a la última. Setenta años después de su estreno, y contra todo pronóstico (superproducción basada en una novela coyuntural, pesado producto del sistema de estudios, sucesión de directores a los mandos de la nave, representación idealizada del sur esclavista, desmelene pasional, etcétera), LQEVSL sigue atrapando al espectador como el cepo al ratón. Y, lo más sorprendente de todo, no hay apenas nada de vetusto en ella (como no sea el cursi doblaje español de los años 50): la magnificencia de los decorados, el vestuario y los movimientos de cámara, la grandiosidad de la banda sonora, y sobre todo las interpretaciones de los actores protagonistas no ahogan la película, sino que contribuyen a dotarla de vida y emoción, que en ella fluyen a raudales. Con esta película se inauguró todo un concepto de obra cinematográfica, del que posiblemente sea el mejor espécimen jamás creado. Ni las mejores de entre sus seguidoras dirigidas diez, veinte, treinta años más tarde por estupendos autores (desde la "Cleopatra" de Mankiewicz a "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" de Minnelli) pueden de ninguna manera competir con ella. "Lo que el viento se llevó" llega un paso más que todas, está más viva y resulta por ello muchísimo más vigente.

Entre los motivos de su triunfo, no creo que uno de los menores sea su prodigioso casting. Clark Gable, Olivia de Havilland, Leslie Howard, Hattie McDaniel y todos los demás están sencillamente perfectos en sus papeles, para los que resulta imposible imaginar intérpretes más adecuados. Pero esta premisa se lleva al extremo en el caso de la Scarlett O'Hara de Vivien Leigh, un personaje muy complejo que resulta al mismo tiempo odioso y encantador, algo verdaderamente raro si uno se para a pensar en ello. Ese equilibrio en el que se mueve Leigh durante toda la película es una pura filigrana, y cuesta entender cómo fue posible cuando hubo al menos cuatro directores que fueron sucediéndose para posibilitarlo. Ni siquiera Bette Davis fue nunca capaz de algo así: a sus heroínas uno podía amarlas u odiarlas durante toda la película, o pasar de un sentimiento a otro alternativamente dentro de la misma, pero nunca ambas cosas a la vez. El día de Reyes decidí que lo que hace Leigh en su interpretación más conocida es por lo menos tan espectacular y meritorio como la hipnosis de Falconetti en "La pasión de Juana de Arco". Y el hecho de que ella -actriz casi desconocida en aquel momento- terminara adjudicándose un papel que había pasado por las manos de Paulette Godard o Katharine Hepburn, el mayor triunfo conocido en la historia del casting. Así de claro.

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