martes, 21 de julio de 2009

Tortilla de patatas (y 2)


Aquí me tenéis, una vez más en busca de mi dosis de consolación



Sigamos con la familia. Aunque no creo que tal encuesta se haya realizado jamás, seguramente más del 50% de la población española declararía que la mejor tortilla de patatas del mundo es la que hace su madre. Pues bien, lamento decir que en esto tampoco soy nada original.

Mi madre es una mujer que detesta cocinar. Cuando yo era pequeño (¡más traumas!), ella acostumbraba a delegar esta actividad en otras personas y, si se veía obligada a asumirla por sí misma, su actitud hacía pensar que en lugar de a una familia humana (la suya, además) se disponía a alimentar a una jauría de perros.

En fin, me desvío, y además me la estoy ganando: lo que quería decir es que, a pesar de todo, hay algunos platos que mi madre ejecuta de manera insuperable, y uno de ellos es la tortilla de patatas. Y, lo siento, insuperable es insuperable. Por ejemplo, casi todas las versiones de este plato, hasta algunas especialmente sabrosas, poseen un vicio que estropea el efecto final, y es un área quemada justo en el centro de su superficie. La tortilla de mi madre, en cambio, presenta un uniforme color dorado en todo su esponjoso exterior, que no afea ni la menor mancha negruzca. Además, en su interior el huevo se desparrama con una maravillosa viscosidad, y las patatas, algo crujientes, poseen un delicado perfume a ajo por haber sido confitadas con un diente de esta hortaliza.

Jamás, en ningún lugar he encontrado una tortilla tan perfecta. Pero hay en Bilbao una cafetería donde sirven la única que casi podría medirse con ella. Se trata de Kepa Landa, en la calle Henao. Cuando la pruebo, después de la correspondiente extracción de sangre, vuelvo a ser ese niño que se aferraba a su chocolatina con la garganta oprimida. Sólo que esta vez la opresión es de puro placer.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mmmmmmhh!! Estoy esperando a que den las 11:00 para comprobar si tienes razon. XXX

Pano L dijo...

No te cortes y adelanta el hamaiketako. Merece la pena.

Anónimo dijo...

... tienes toooooooda la razon, Mr I. Besos