viernes, 24 de julio de 2009

Mujeres...


Crítica sobre una expo que vi en París, publicada hace un mes:

elles@centrepompidou
Del 27 de mayo de 2009 al 24 de mayo de 2010
Centre Georges Pompidou. París




Una nueva, amplia y ambiciosa exposición viene a sumarse a la oferta del parisino Centre Georges Pompidou. Se trata esta vez de la dedicada a la presencia de las mujeres en las colecciones de la institución.

Mujeres


Hablábamos hace poco en estas páginas de dos estupendas exposiciones con las que el Centre Georges Pompidou animaba el verano cultural de la ciudad del Sena. Kandinsky y Calder siguen arrastrando masas al Pompidou; sin embargo, lo cierto es que la más ambiciosa y arriesgada de sus propuestas la constituye esta “elles”. La ambición y el riesgo no radican (o no sólo) en el mero hecho de que un museo presente por primera vez una recopilación de su colección “en femenino” -como reza el folleto editado para la ocasión-, ni en el manifiesto apoyo que ello implica hacia el trabajo históricamente ninguneado de las creadoras. Se trata, sobre todo, de la complejidad intrínseca de proporcionar una cierta ilación y coherencia (temática, estilística) a una macro-exposición en la que lo único que tienen en común las piezas incluidas es haber sido ejecutadas por mujeres durante los siglos XX y XXI.

Nos encontramos ante la tercera presentación temática de las colecciones del Museo Nacional de Arte Moderno del Georges Pompidou, tras “Bing Bang” (2005) y “Le Mouvement des Images” (2006-2007). Más aún que en las ocasiones anteriores, se corría el riesgo de que la premisa de partida resultara más bien difusa o incluso, dirán algunos, incluso arbitraria. Digámoslo ya: a la vista del resultado, el riesgo se ha sorteado con una destreza admirable. Comisariada por Camille Morineau, Quentin Bajac, Cécile Debray, Valérie Guillaume y Emma Lavigne (ingente labor, la suya), la muestra posee una enjundia definitiva, indiscutible. Siguiendo un recorrido tanto temático como cronológico, se reúne más de medio millar de obras de doscientas artistas, desde principios del siglo XX hasta nuestros días.

Así, el camino comienza con las “Pioneras”, las vanguardistas de la primera mitad del siglo XX, distribuidas bajo efectivos criterios de agrupación (“abstractas”, “primitivas”, “surrealistas”, etc.), lo que permite recoger obras de, entre otras, Sonia Delaunay, Natalia S. Gontcharova, Frida Kahlo, Diane Arbus o Dora Maar. A continuación estarían las “Históricas”, aquéllas que se han situado por su enfoque reflexivo o abiertamente feminista en el punto de mira de la Historia, como Niki de Saint Phalle o Karen Knörr. “Físicas” evoca de manera genérica la representación del cuerpo, tendiendo en lo específico a incidir en los estereotipos del género: aparecen aquí Orlan, Jana Sterbak, Marina Abramovic o Ana Mendieta. “Excéntricas” (tal vez la más discutible de las agrupaciones, aunque cabe esperar que dicho nombre no excluya el sarcasmo) engloba a Louise Bourgeois o Hanne Darvoben. “Domésticas”, que muestra piezas de Sophie Calle o Dorothea Tanning, reviste particular interés al introducir la indispensable referencia de “Una habitación propia” de Virginia Woolf mientras subraya la distancia irónica de algunas mujeres al abordar la cuestión del espacio privado. “Narrativas” permite explorar las posibilidades del uso del lenguaje (y de su misterio) en el arte de la mano de Jenny Holzer o la donostiarra Cristina Iglesias. Y, por fin, “Las inmateriales” dirige su atención a las desmaterialización de la obra de arte con Tacita Dean o Geneviève Asse. Diversos ciclos de proyecciones, conferencias y lecturas complementan un amplísimo programa que se extenderá por el plazo de un año.

Al conjunto se le podría acusar de pretender abarcar demasiado, lo que en el fondo nos sitúa en el mejor de los escenarios posibles. El parti pris no se agota en sí mismo, sino que, gracias a su configuración a modo de mosaico, ofrece reflexiones sobre una multiplicidad de aspectos como la identidad y la formación de los géneros, la queer theory, las formas de presión cultural, las estrategias de exclusión, los conceptos de normalidad y anormalidad, la sexualidad y el deseo, la realidad y la representación, e incluso la globalización. Es cierto que ninguna de estas cuestiones deja de constituir un tópico cuando hablamos de arte “en femenino” -por volver a la denominación que escogen los propios artífices de la muestra-, y que a día de hoy existe una cierta inflación en su uso que en ocasiones raya peligrosamente la banalidad. También lo es que la pregunta de por qué una muestra consagrada en exclusiva a las mujeres (y su subyacente: ¿tendría menos sentido una dedicada sólo a los hombres?) puede discutirse largo y tendido, aunque Camille Morineau resuelva apresuradamente el debate afirmando a) Que así se ha hecho porque al fin es posible hacerlo, al existir la masa crítica necesaria, y b) Que el Pompidou es el primer centro de arte que emprende una operación similar, y que la inscripción de un evento en la historia basta a veces para variar su rumbo.

En todo caso, lo que difícilmente podrá negarse es que la muestra vale por muchas cosas, aunque una de ellas podría bastar para justificar sobradamente su existencia. La sala dedicada a las surrealistas, con Dora Maar y Claude Cahun a la cabeza (¡y, por fin, “La coquille et le clerygman”, película de Germaine Dulac incomprensiblemente ausente en la exposición del Guggenheim sobre el Surrealismo, como ya advertimos en su momento!), es en sí misma una joya que debe contemplarse a toda costa.

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