lunes, 6 de octubre de 2008

¡Viva Oliveira!


Una vez más, la Filmoteca Nacional nos reserva uno de sus imprescindibles estímulos para enfrentarnos con coraje y optimismo al otoño que se nos ha venido encima. En esta ocasión se trata del ciclo dedicado a Manoel de Oliveira, director portugués casi centenario, el único que queda vivo de todos los que trabajaron en los tiempos del cine mudo. Su avanzada edad no le impide estrenar prácticamente una película por año, ni tampoco provocar auténticas pasiones tanto entre sus admiradores (grupo al que me adscribo) como entre sus muchos detractores, que lo tildan de estático y aburrido. No veo el momento de revisar algunas de las películas suyas que he visto y que más me han gustado (“El valle Abraham”, “No o la vana gloria de mandar”, “El principio de incertidumbre”), ni el de descubrir otras de las que espero lo mejor (“Francisca”, “Amor de perdición”). Por el momento, ya he tenido mi primera inyección de euforia con “O Passado e o Presente”.

Esta película, rodada en 1971, adaptaba al parecer una obra del dramaturgo Vicente Sanches que reúne a varios miembros de la burguesía lisboeta en torno a una extrañísima fábula de necrofilia, frustración sexual y juegos de dobles. Reflexión metafísica, sátira social, drama de costumbres, comedia sarcástica, un poco de todo esto hay en la pieza original, y también (brutalmente aumentado) en la adaptación acometida por Oliveira. Los temas y su tratamiento recuerdan a Buñuel (en especial, “El ángel exterminador”, “El discreto encanto de la burguesía” y “Belle de jour”), aunque Oliveira se encuentra más cómodo asumiendo su propia condición burguesa y, al no poseer las incendiarias intenciones del director aragonés, retrata a la burguesía y su medio con cierta malicia, pero también con un buen gusto formal asombroso. De hecho, los exquisitos actores de Oliveira encarnarían el reparto del que a Buñuel habría gustado disponer para “El ángel exterminador” en lugar de aquellos comediantes mexicanos, más bien forzados al ponerse en la piel de miembros de la clase patricia.

En una de mis entradas anteriores aprovechaba la reseña sobre “Che. El argentino” para emitir un par de reflexiones sobre la puesta en escena, lo único que puede conseguir que una película se convierta en algo verdaderamente memorable. Pues bien, encuentro que esta “O Passado e o Presente” es posiblemente uno de los mejores ejemplos que se hayan materializado jamás de cómo una puesta en escena genial logra triunfar sobre todos los lastres del mundo hasta convertir en igualmente genial, genial sin matizaciones, el resultado de su aplicación. La historia que se cuenta no tienes ni pies ni cabeza, está escrita respetando todas las convenciones teatrales y la acción pocas veces sobrepasa los límites de un mismo inmueble, pero el despliegue formal de Oliveira efectúa la transustanciación del teatro mediocre al gran cine gracias a una inventiva tan rica que ni por un momento deja de provocar asombro y deleite. Existe una conciencia absoluta en el empleo de todas y cada una de los piezas que están bajo el control del director, que las pone al servicio de la obra en conjunto: cada movimiento de cámara, cada desplazamiento de los actores dentro de cuadro, cada interludio musical, cada elemento de iluminación, escenografía y vestuario, que por cierto son soberbios (además de todo, la película es un regalo para la vista y el oído), poseen una finalidad expresiva perfectamente delimitada. Resulta materialmente imposible que el espectador se aburra con esta película, porque la intensidad de sus imágenes es extrema y las sorpresas no cesan de sucederse. Truffaut dijo que se debe proporcionar una idea por plano: no sé si hay una idea en cada plano de “O Passado e o Presente”, pero lo que tengo clarísimo es que en todos ellos habita un nuevo motivo de regocijo, una forma distinta y sorprendente en que cristaliza el talento de Oliveira. Hablando de planos, aquel –justamente destacado por Joâo César Monteiro en un artículo que reproduce el programa de la Filmoteca- en que el personaje de Noémia (Manuela de Freitas) se observa un instante en el espejo y sonríe a la imagen que éste devuelve, no refleja en realidad otra cosa que la sonrisa con que el espectador lo está recibiendo. Se trata del uso más bello y original de los espejos que se dan en la película, pero no el único, ya que la dualidad realidad-representación es un recurso constante, casi siempre tratado con una sorna deliciosa.

El próximo miércoles 8 de octubre, a las 20.00h, tendrá lugar el segundo y último pase de “O Passado e o presente” en la Filmoteca Española. Animo a todos los que puedan a que acudan a la convocatoria para asistir como yo a este prodigioso festival de la puesta en escena. Dudo mucho que entre quienes que sigan mi consejo haya uno solo que llegue a arrepentirse.

3 comentarios:

Daniel Quinn dijo...

Yo también estuve viendo la peli la semana pasada y estoy de acuerdo en todo lo que dices, me pareció magnífica, aunque los delirios absolutos me llegaron, sobre todo el domingo con Benilde (¿alguien ha estado más cerca del Ordet de Dreyer?), y esta misma tarde/noche en la imponente Amor de Perdiçao. De momento me estoy haciendo el ciclo al completo, porque todos los oliveiras que había visto son posteriores al año 90, y estoy descubriendo que sus épocas anteriores son tan buenas o mejores que la última.

Por cierto, no sé qué pasa en la filmoteca pero siempre tienen problemas con la proyección de las películas de Oliveira. O fallan los subtítulos, o el sonido, o empieza media hora más tarde sin motivo, o el colmo que ocurrió hará 2 o 3 años, cuando cambiaron el último rollo de Espejo mágico por el de otra película que no tenía nada que ver (y Oliveira había estado por allí presentándola!!!).

En fin, mañana Francisca, a ver qué tal, esperamos lo mejor, como dices :)

Un saludo!

Pano L dijo...

Mañana mismo voy a Francisca. Benilde me la perdí, por desgracia... No me volverá a ocurrir!

Pano L dijo...
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