lunes, 13 de octubre de 2008

Como una imagen


Crítica de arte que publiqué el 10 de octubre de 2008:



La galería madrileña Distrito Cu4tro dedica uno de sus dos espacios a exhibir diversas piezas de Iñaki Gracenea, uno de los artistas vascos más notables de su generación. Reflexión sobre la imagen y los códigos a través de los cuales ésta se construye y adquiere significado.




Hace tiempo que Iñaki Gracenea (Hondarribia, 1972) se ha consolidado como uno de los artistas vascos contemporáneos que cuentan. Es habitual su presencia en certámenes y exposiciones colectivas, como la recién finalizada en Barcelona Eppur si mouve, Existencias (MUSAC, 2007) o la cartografía del arte vasco Incógnitas (Museo Guggenheim de Bilbao, 2007). Asimismo, entre los museos que han adquirido su obra destacan el mencionado MUSAC y el gasteiztarra ARTIUM.

Tiempo, espacio e imagen conforman la tríada temática sobre la que parecen pivotar sus inquietudes, al menos de manera más reciente. Así, en Package Room (2005) presentaba una instalación que recreaba una estancia de paredes serigrafiadas con una abigarrada trama oscura que ofrecía múltiples connotaciones y significados. Desde un punto de vista denominativo, se hacía referencia a las casas prefabricadas que ideó Walter Gropius, arquitecto fundador de la Bauhaus, aunque sus ambiciones conceptuales parecían ir algo más allá, sugiriendo ciertas inquietudes sobre la posibilidad de sustraerse del tiempo a través de la construcción y ocupación de los espacios interiores. La dialéctica de los mundos paralelos que residía en el núcleo de este trabajo agudo y complejo era retomada poco después en Rambling space (2005), que partía de similares premisas para llegar aún más lejos, ya que el medio elegido por Gracenea adoptaba la forma de un vídeojuego tridimensional de plataformas. El espacio definido era en esta ocasión íntegramente virtual, y el espectador lo habitaba poniéndose a los mandos electrónicos para convertirse en jugador. La apuesta tenía algo de chocante y movía al alzamiento de ceja, pero también constituía el siguiente paso lógico a tomar en la progresión iniciada por el artista hacia una mayor depuración del espacio abstracto.

El trabajo que ahora se presenta en el madrileño Espacio Distrito Cu4tro no abandona la mayor parte de las inquietudes que dieron lugar a tales precedentes, aunque las elecciones formales de Gracenea poseen un sesgo más convencional, mientras su campo de reflexión parece desplazarse ligeramente, o al menos ensanchar sus contornos. Con P/M/P nos situamos ante un vídeo y una decena de cuadros realizados mediante el empleo de distintas técnicas. El recurso común a todas estas piezas consiste en la representación de imágenes tomadas en locales anónimos por supuestas cámaras de seguridad. Así, los cuadros parecen meras ampliaciones de frames obtenidos de dichas cámaras, mientras que el vídeo se resuelve a través de un breve montaje de secuencias que parecen directamente robadas a los monitores de vigilancia. En todos los casos está presente el grano sucio, la deficiente calidad que asociamos ineludiblemente con este tipo de soportes. Los instantes captados podrían ser banales o todo lo contrario, según la interpretación del espectador. En particular, destaca el ingenioso artefacto contenido en el vídeo, donde una serie de actos simples pero de algún modo furtivos, y por tanto sospechosos, se repiten una y otra vez sin que el espectador pueda librarse de la frustración de no haber logrado descodificar por completo un significado que intuye revelador.

Si en Package Room un enorme letrero (No time) pretendía sugerir la disolución de la dimensión temporal, o sencillamente advertía que el tiempo concedido se había terminado, en esta ocasión la fecha y la hora del momento en cuestión se superponen a las imágenes digitales formando parte indisociable de ellas. Y la imagen no es ya una creación virtual, sino que procede de la realidad misma, filtrada por el sistema de signos derivados del contexto seleccionado por el artista. Este tránsito de la abstracción atemporal a la inmediatez del aquí y el ahora llevado a cabo por Gracenea supone también una manera de llegar más lejos en la cualidad desasosegante de su análisis. La imagen que se interpreta como aséptica remite de inmediato al concepto información, que se ha convertido ya en uno de los pilares básicos de las sociedades modernas. En sus años finales de anciano pesimista y extrañamente visionario, Luis Buñuel no dudaba en considerar a la Información como uno de los orígenes de los males que aguardaban a la humanidad, junto con la Superpoblación y el Terrorismo. Lo que hace treinta años sonaba a obsesión senil, hoy en día adquiere plena vigencia cuando comprobamos hasta qué punto se entrecruzan los tentáculos de estas tres hidras, y cómo han cambiado las cosas (y cuánto pueden cambiar aún) desde que se produjo ese salto cualitativo llamado internet. Las fantasías distópicas que surgen de vez en cuando en el campo de la ficción literaria o cinematográfica acostumbran a tener muy en cuenta la sed de información, y en ellas cada mínimo pormenor de la actividad humana es registrado por cámaras y contemplado inquisitivamente por un ojo que pretende apropiarse de nuestros pensamientos como se apropia de nuestra imagen.

Sobre todo ello, y seguramente sobre algunas cuestiones más, parece meditar Gracenea con la exposición que nos ocupa. Interesante propuesta cuya principal virtud consiste en reflexionar sobre las imágenes y la sociedad de la información basándose precisamente en aquello que se nos está escamoteando, es decir, lo que las imágenes no logran aprehender y se mantiene al margen de toda representación informativa.

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