lunes, 28 de febrero de 2011
Conservadurismo lésbico
Una de las primeras películas mexicanas de Buñuel (realizada justo después de una obra maestra, “Los olvidados”) era también una de las más raras de su carrera. Se trata de “Susana, demonio y carne”. En ella, la llegada a un plácido hogar familiar de una joven tan bella como maléfica destapaba todo tipo de miserias y desencadenaba la violencia más desatada entre los miembros de la familia protagonista. Cuando todo el mundo se había despachado a gusto, cuando el padre y el hijo estaban al borde del crimen y la esposa había sido horriblemente humillada por su marido, todo se solucionaba como por arte de magia y la armonía regresaba de manera abrupta para salvaguardar la institución familiar, en una coda artificial claramente impuesta por la conservadora moral de los estudios aztecas. Sibilinamente, Buñuel logró que el contraste fuera tan excesivo que nadie en su sano juicio se tomara en serio el final de la película, que aparece a los ojos del espectador casi como un chiste algo retorcido.
Algo parecido ocurre en “Los chicos están bien”, de Lisa Cholodenko, sólo que uno sospecha que no hay nada de retorcido en las intenciones de la directora norteamericana, que de verdad se cree la coherencia y el trasfondo del beatífico final que impone a su película. Poco importa que se a lo largo del desarrollo de su cinta el personaje de Annette Bening se muestre como una déspota obsesiva del control peligrosamente neurótica, Julianne Moore como una conciliadora pasivo-agresiva e insatisfecha, y sus hijos Mia Waiskowaska y Josh Hutcherson como sendos contendedores de todo tipo de carencias. Lo importante termina siendo el triunfo contra toda intromisión externa de la familia y la pareja monógama. El hecho de que la dupla protagonista está constituida por dos lesbianas es lo de menos: en el fondo, el mensaje agresivamente conservador de la cinta apenas alcanzaría otros matices si fueran reemplazadas por un matrimonio heterosexual.
Por supuesto, el hecho de que “Los chicos están bien” sea tan reaccionaria no la convierte en una película mediocre. Lo que propicia esto último es que esté, además, escrita como un compendio de fórmulas y dirigida con muy poca imaginación, todo lo cual la hace parecer un telefilm del montón.
Afortunadamente, hay redención para la película. Todos los actores están fantásticos, en especial Annette Bening, Julianne Moore y Mark Ruffalo. Este último se gana la simpatía del espectador (al menos de este espectador) para que después el personaje de Bening (y, de paso, los guionistas y la directora) lo fulmine repentinamente y sin ninguna consideración, en un intolerable ejercicio despótico. De verdad que da miedo, la tal Cholodoneko.
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