martes, 1 de febrero de 2011

Entrando en el híper-espacio


Crítica de arte que publiqué el pasado enero:

Entrando en el híper-espacio

El Centro de Arte y Creación Industrial LABoral de Gijón presenta con “Pasajes. Viajes por el híper-espacio” una sustanciosa selección procedente de la colección de arte contemporáneo de Francesca Thyssen. Autores de renombre y piezas de escala considerable unidas por una peregrina reflexión inspirada en el concepto de híper-espacio acuñado por Frederic Jameson. Entre lo más interesante destacan los trabajos de Cattelan y Sergio Prego.

Construida entre los años 40 y 50 del pasado siglo a las afueras de la ciudad de Jovellanos, la Universidad Laboral de Gijón era todo un emblema de cierta arquitectura monumental que adquiría la forma de un extraño pastiche predominantemente clásico. En origen estaba destinado a la formación de los huérfanos de mineros de la región, aunque ya antes de inaugurarse un viraje en su enfoque estratégico la convertiría en centro universitario. En la actualidad sus casi 300.000 metros cuadrados están destinados a diversos usos (algunos de ellos docentes), aunque la joya de la corona probablemente sea el centro de arte bautizado como LABoral, dirigido por la histórica Rosina Gómez-Baeza. Una cosa es segura: por su amplitud y perfecto acondicionamiento, los espacios destinados a exposiciones artísticas dejan al visitante sin aliento. Y en el caso de Pasajes. Viajes por el híper-espacio, esta verdad se hace aún más consistente.

En efecto, los elementos estructurales de la arquitectura constituyen todo el marco que acoge las piezas presentadas, primándose la diafanidad de los espacios en coherencia, se supone, con la propia definición conceptual de la muestra. Pero demos un paso atrás para ubicarnos: nos encontramos ante una selección de piezas de la colección Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, que no ha de ser confundida con la que se expone al público en un museo madrileño, sino que constituiría algo así como un spin-off de ésta, centrada en el arte contemporáneo y cuya cabeza visible correspondería a Francesca von Habsburg, hija del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, y como éste coleccionista avezada. Tras una fugaz y poco interesante polémica (no está muy claro el motivo por el que finalmente la exposición no pudo ubicarse en el museo Thyssen de Madrid), la muestra ha recalado en un lugar en principio tan alejado del fragor mediático como la región de Asturias, lo que, independientemente de cualquier otra consideración, puede interpretarse como todo un triunfo para Gómez-Baeza.

En cuanto a la premisa conceptual que mencionábamos, hace referencia a la idea del híper-espacio tal y como la acuñó el teórico marxista norteamericano Frederic Jameson, conocido por su acerado análisis del posmodernismo. Para Jameson, el híper-espacio se configuraría como un producto típicamente capitalista, esta vez dentro del ámbito de la arquitectura: el edificio de escala ampliada que implica una mutación del objeto a la que no acompaña la correspondiente mutación del sujeto, por lo que el individuo se debatiría dentro de este entorno material sin la necesaria dotación cognitiva, en un estado de permanente desorientación. Los comisarios de la exposición, Daniela Zyman y Benjamín Weil, prescinden en apariencia de los elementos de crítica del posmodernismo capitalista inherentes al discurso de Jameson, para hacer hincapié en la capacidad de los espacios sometidos a alteraciones tales como aumentos de escala para provocar a su vez estados alterados de la mente. En la práctica, de todos modos, todo este esquema conceptual no deja demasiado poso en el visitante, que en general percibe la exposición como un contenedor de piezas más o menos espectaculares salidas de la mente de varios artistas-estrella de la escena contemporánea.

Así, la entrada en el espacio expositivo establece el tono general con unas cegadoras columnas de neón blanco obra del británico Cerith Wyn Evans. Los efectos de luz y los reflejos integrados en elementos arquitectónicos reaparecen a lo largo de la muestra (Olafur Eliasson, Michael Elmgreen & Ingatr Dragset, Carsten Höller, Monika Sosnowska, Doug Aitken), sirviendo como paradigma de la premisa de desorientar al espectador. Los juegos de escala regresan con la Travelling Light del chino Ai Weiwei, donde una enorme lámpara portátil termina recordando tanto a un árbol como a un suntuoso baldaquino. Hay también vídeos a cargo de Pipilotti Rist, Paul Pfeiffer o Carsten Nicolai, aunque el único que realmente crea cierto impacto es Tetsuo. Bound to Fail, pieza creada en 1998 por Sergio Prego, realizada con un procedimiento técnico que recuerda a los experimentos fotográficos sobre la captación del movimiento de Muybridge. Por su parte, Maurizio Cattelan termina representando uno de los encuentros más interesantes e inesperados de la selección, gracias a un Super-Noi (Torino) que introduce la reflexión sobre la fractura entre el modo en que el individuo se percibe a sí mismo y cómo lo perciben quienes componen su entorno más inmediato. Tampoco faltan a la cita sendos trabajos de Ernesto Neto y Los Carpinteros, ejemplos característicos de su sello de fábrica.

En resumen, resulta difícil que la exposición deje un excesivo poso en el espectador, pero no puede decirse que carezca de atractivos.

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