viernes, 5 de marzo de 2010

Bilbao-New York


Crítica que publiqué a mi regreso de Nueva York:

La sede de la Fundación Cristóbal Gabarrón en Nueva York muestra una selección de los resultados de la labor de Bilbao Arte desde su creación, hace poco más de una década. El singular edificio neoyorquino que acoge la exposición posee, además, un particular encanto.
Bilbo Arte goes to new York


Dese su inauguración hace ya doce años, la Fundación Bilbao Arte se ha consolidado como uno de los principales dinamizadores del medio artístico en la capital de Bizkaia. La institución dirigida por Javier Riaño ha atendido con notable diligencia su vocación de apoyo a la comunidad artística, poniendo a su disposición diversas herramientas y medios materiales que han facilitado su labor. El resultado se asemeja mucho a lo que en términos futbolísticos se llama una cantera, y que sin emplear nomenclatura deportiva alguna constituye un nutrido ramillete de artistas y obras que justificarían el orgullo de sus artífices. Desde Bilbao Arte no sólo se convoca cada año unas becas decididamente cotizadas dentro de la comunidad de los jóvenes artistas vascos, sino que entre sus líneas de acción figuran igualmente la organización de cursos y conferencias, el intercambio de artistas con otros centros artísticos, la puesta a disposición de espacios y medios técnicos y, sobre todo, la organización de exposiciones consagradas a artistas tanto emergentes como consolidados. La nómina de creadores, tanto vascos como foráneos, que desde 1998 han visto su nombre vinculado a Bilbao Arte resulta impecable. Entre otros, han expuesto en sus salas Carles Congost, Eulalia Valldosera, Manu Arregui, Itziar Okariz, Erwin Olaf o Manolo Valdés. Y no menos impresionante resulta la lista de artistas residentes, que han elaborado sus proyectos empleando para ello los medios cedidos por la institución.

Es precisamente una selección de veinticinco de estos artistas lo que se ha presentado estos días en la sede neoyorquina de la Fundación Cristóbal Gabarrón, situada en una localización privilegiada, en pleno Midtown de Manhattan. Ejecutada en colaboración entre ambas instituciones, la muestra colectiva ha reunido una veintena de piezas realizadas a lo largo de la década larga de existencia de Bilbao Arte. El concepto expositivo es sumamente sencillos: así, las pinturas, fotografías y esculturas se exhiben en una gran sala de paredes blancas. Comparecen aquí los trabajos de Judas Arrieta, Naia del Castillo, David Cívico, Mikel Eskauriaza, Amaia Lekerikabeaskoa, Carlos Irijalba, Iñigo Tena, Ibon Garagarza, Abigail Lazkoz, Kepa Garraza, Zuhar Iruretagoiena, Eduardo Sourrouille y Alberto Albor, cuya estupenda “El miedo acaba con el sueño” era, por cierto, una de las últimas exposiciones individuales presentadas por Bilbao Arte. Además, una única (y por desgracia insuficiente) pantalla televisiva colocada junto a la entrada ofrece una selección de trabajos de vídeo arte, obra de Inazio Escudero, Fermín Hernández & Arturo Artal, Raquel Meyers, Txuspo Poyo, Fermín Moreno, Pablo Pérez y Elssie Ansareo & Eduardo Sourouille.

Como puede apreciarse en esta lista, el fotógrafo Eduardo Sourrouille (Basauri, 1970) figura con dos trabajos que representan con bastante fidelidad la evolución de su trabajo a lo largo de la última década. En la instantánea “A 4 patas (Si dices algo ahora, te creeré)”, de 1999, se pliega, vestido de blanco y con la cabeza empolvada, indefenso y vulnerable, al ojo del espectador. En “E & E”, vídeo de inspiración musical realizado en 2008 en colaboración con la artista mexicana Elssie Ansareo, en cambio, ofrece una imagen de rutilante dinamismo y desenvoltura para escenificar la complejidad de las relaciones humanas. Del “yo” al “otro”, de la introspección a la interacción, del despojamiento al oropel, asistimos de este modo, con la máxima transparencia y el mínimo empleo de recursos, a la trayectoria vital y profesional de un artista y, quizá también, a una encarnación tan involuntaria como certera de lo que ha implicado Bilbao Arte en su ámbito de actuación desde 1998.

Destaquemos, en último lugar, el interés intrínseco del entorno que acoge la exposición. La sede norteamericana de la Fundación Cristóbal Gabarrón es un magnífico edificio, destinado en su inicio a servir como cochera para los carruajes que atendían a los acomodados habitantes de las mansiones emplazadas en los alrededores. Su original fachada de ladrillo rojo, sus paredes interiores recubiertas con azulejos blancos rectangulares a los que el paso del tiempo ha conferido una belleza inesperada, la magnífica pila del baño (que al parecer servía originalmente para abrevar a los caballos) atestiguan tan curioso origen, en homenaje al cual se ha bautizado al centro como “Gabarron Foundation Carriage House Center for the Arts”. La posterior remodelación del edificio data de los años 80, cuando fue convertido en el espléndido loft habitable en tres alturas que es hoy en día. Además de servir como marco de exposiciones de arte, también acoge recepciones y otros eventos, y ha sido empleado como escenario cinematográfico: más recientemente, en dos secuencias clave de la película “Si la cosa funciona”, de Woody Allen. La visita al edificio complementa la otra, principal, que tenía por objeto la exposición artística. Y juntas componen una buena razón para que los aficionados a las experiencias estéticas se acerquen cuanto antes a la isla de Manhattan.

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