lunes, 4 de abril de 2011

Potiche es Deneuve


François Ozon es un director mediocre, pero en su (ya extensa) filmografía hay algunos títulos no del todo despreciables: “Amantes criminales”, “Gotas de lluvia sobre piedras calientes”, “Bajo la arena”, “El tiempo que queda” o “5x2” son, para mí, sus mejores películas.

Potiche”, su última película, quedaría más cerca de los abismos representados por “8 mujeres” (posiblemente el punto más bajo de su filmografía) si no fuera por el formidable protagonismo de Catherine Deneuve.

La película adapta una obra teatral de finales de los años 70, circunstacia que Ozon aprovecha para realizar un oportunista ejercicio de revisión estético-social supuestamente corrosivo. Lo que ocurre es que la concentración del ácido que emplea es muy escasa, y por tanto su efectividad muy limitada. Por muchos esfuerzos que realice para aparentar que se encuentra por encima del material que maneja, por mucho que haga ver que utiliza la comedia de costumbres francesa de los 70 para escenificar una crítica de la sociedad patriarcal, en realidad la visión de Ozon es bastante complaciente, y además el director francés carece del talento suficiente para realizar un ejercicio de estilo nostálgico-intelectual en toda regla a la manera del Todd Haynes de “Lejos del cielo”. Así, los estilismos de una Judith Godrèche convenientemente farrafawcettizada o de un Jérémie Renir pasado por el túrmix criptogay se convierten en inofensivos y predecibles recursos decorativos que añaden muy poca sustancia a este caldo aguado. Gérard Depardieu nada claramente perdido en él, Fabrice Luchini no desempeña del todo mal su papel de odioso déspota patriarcal y luego está, por supuesto, Catherine Deneuve.

Consciente de que la imagen de Deneuve practicando jogging por el bosque con redecilla en el pelo y enfundada en un chándal rojo es de todas todas un caballo ganador, Ozon emplea esta baza al principio de la película para ganarse al público, y a partir de entonces confía en su actriz para seguir teniéndolo de su lado. Y casi lo consigue. Deneuve, como siempre, da una auténtica lección magistral. Está perfecta haga lo que haga. Qué gusto contemplarla y escucharla, incluso cuando canta (fatal) en una gratuita escena musical a modo de colofón. No creo que exista en el mundo una actriz mejor para interpretar este personaje, primero porque Deneuve es una actriz extraordinaria capaz de salvar casi cualquier catástrofe, y segundo por el grado en que su rostro, su cuerpo y sus maneras concentran la esencia de la burguesía francesa. Al contrario de lo que pueda pensarse, no creo que Deneuve sea una buena opción para interpretar a una reina o una aristócrata (es decir, no mejor que para encarnar a una obrera, como hizo en “Bailar en la oscuridad”, donde sin embargo funcionaba extrañamente), pero como burguesa sencillamente no tiene rival. La agradable redondez de su cuerpo, sus gestos, algo lentos, naturales y teatrales al mismo tiempo, la cualidad contundente y regular de su rostro (incluso con las operaciones de cirugía estética) la convierten en la encarnación ideal de la burguesía francesa… y por extensión de toda Francia, país burgués por excelencia.

“Potiche” es Deneuve, y apenas nada más. Pero sólo por ella merece de largo la pena pagar el precio de la entrada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando vi la pelicula no sabía si era de coña, una parodia, iba en serio o simplemente era pésima...

Hombre, además de la Deneuve a mi me moló ver al Luchini super-viejuno y compararle con el adolescente de "La rodilla de Clara" (recientemente vista en la Filmo). Eso y al Renier con pelazo. Espero que los Dardenne no se lo tengan en cuenta :)

Un saludo:

Alex

Pano L dijo...

Tienes razón, es curioso ver envejecer a Luchini. Y además, aunque pasado de rosca, está bastante bien en la peli.
Yo creo que Ozon va de pervertidor de géneros y de irónico, pero en realidad su visión no va más allá de la propia materia prima que maneja. Podría ser un artesano aceptable si asumiera sus propias limitaciones, pero está muy lejos de ser el autor o el crítico malicioso que le gustaría.