lunes, 9 de mayo de 2011

Sitcom



Uno de los últimos posts de este blog venía a desarrollar la idea de la inferioridad del medio televisivo con respecto al cinematográfico. En fin, basura hay en ambos, por supuesto, pero nadie me apeará del burro de que el gran cine es infinitamente mejor que la mejor televisión que se haya hecho jamás. Porque el propio medio televisivo impone una serie de limitaciones que reducen por fuerza el alcance de sus posibilidades estéticas. En esencia, el lenguaje de la ficción televisiva no sería otra cosa que un cine de vuelo bajo. Así, la más cuidada de las miniseries será una simple declinación del cine, que toma ciertos elementos de éste para someterlos a una estandarización esencialmente banalizadora. Soy consciente de que ésta es una idea impopular hoy en día, pero es la que tengo. Y las excepciones a esta norma que se me ocurren (vamos a ver… Twin Peaks, ¿y…?) no bastan para ponerla en crisis.

Hay, sin embargo, un ámbito que sí es propio de la televisión, y en el que ésta ha conseguido hasta ahora sus mejores frutos, los de sabor más intenso y genuino. Se trata de la sitcom, o comedia de situación. El formato de los episodios cómicos de media hora, manteniendo por lo general ciertas normas de unidad de espacio y tiempo y unos personajes con los que es esencial la identificación del público, no es una mera degradación del lenguaje cinematográfico, sino que pertenece a la televisión por derecho propio, por mucho que posea claros ancestros como el teatro de vodevil.
Por eso creo que los mejores momentos que nunca ha dado la televisión corresponden a este género. Si queda alguna duda al respecto, basta ver cualquier capítulo de “Las chicas de oro” para despejarla. Para mí, cinco minutos de esta telecomedia creada en los años 80 por Susan Harris valen más que las sagas completas de “Los Soprano” y “Mad Men” juntas. Por cierto, que antes Harris ya había sido la autora de otro hito del género, llamada “Soap” (en nuestro país, “Enredo”), con Billy Crystal y la gran Katherine Helmond. Ambos productos salidos de la imaginación de Harris posiblemente sean las cumbres de un género que de todos modos ha dado algunas otras piezas memorables: de “Te quiero, Lucy” a “Cheers”, de “Embrujada” a “Los Simpson”, de “Superagente 86” a “Matrimonio con hijos”, de “Búscate la vida” a “Sigue soñando”. “Friends” no, lo siento: siempre he tenido una tremenda manía a esa serie y sus repelentes protagonistas.

Aquí también habría que hacer un apartado especial para la sitcom británica. Todo lo que el cine tiene casi siempre de vulgar y falto de grandeza en Iglaterra, lo tienen de geniales sus mejores comedias televisivas. No tengo palabras de agradecimiento para algunas de estas series, que me han hecho retorcerme de risa desde mi infancia: “The Young Ones”, “Blackadder”, “Fawlty Towers”, “Yes Minister”, “Keeping Up Appearances”, “George & Mildred”, “Absolutely Fabulous”, “The Office” o mi favorita de todos los tiempos: “Caída y auge de Reginald Perrin”. Quien no las conozca, de verdad que no sabe lo que se pierde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"cinco minutos de esta telecomedia creada en los años 80 por Susan Harris valen más que las sagas completas de “Los Soprano” y “Mad Men” juntas" Guau! Eso es mucho decir! :)

Por cierto, no señalas "IT Crowd". No te gusta el humor informático? :)

Un saludo:

Alex


PS: En Documenta Madrid hay un ciclo de De Seta la mar de interesante. Eso sí algunas de sus producciones son para la RAI :)

Pano L dijo...

No conozco "IT Crowd", lo siento.
Mi afirmación es algo bastante subjetivo, lo admito, pero eso es exactamente lo que pienso. No soporto la televisión que imita al cine, y que en un 99,99% no es más que un sucedáneo desvirtuado. Cuando empleo el término "telefilm" para aplicarlo a una película estrenada en salas, me estoy refiriendo precisamente a su carencia de creatividad formal, y por tanto a su naturaleza intrínsecamente inferior.
La telecomedia me parece un género mucho más digno y honesto, y sus mejores especímenes auténticos hitos de la cultura popular moderna.