miércoles, 18 de mayo de 2011

Miss Tacuarembó: encanto incomprensible


Habíamos conocido hasta ahora al uruguayo Martín Sastre como vídeoartista, ámbito en el que consiguió hacerse un nombre también en España. Cabe pensar que sus contactos españoles le hayan ayudado a reunir la financiación “Miss Tacuarembó”, sin duda un proyecto relativamente caro para los limitados medios con que suele contar la industria de su país.

Protagonizada por Natalia Oreiro –nombre que en España quizá no diga gran cosa, pero que en Argentina y Uruguay sí lo hace, y bastante, ya que es una estrella de la música pop, el cine y la televisión desde hace más de una década- , la película es una arriesgada mezcla de culebrón televisivo con alusiones-homenajes a la venezolana Cristal, musical kitsch, drama de superación personal, crítica de los reality shows televisivos, sátira sobre el catolicismo y crónica del mundo rural uruguayo. Y quien no arriesga no gana, suele decirse, pero también está expuesto a la bancarrota.

A medida que se va viendo el resultado, hay que decir que “Miss Tacuarembó” genera una a ratos insoportable sensación de ruina absoluta: los números musicales resultan bastante precarios; la puesta en escena es dispersa y poco coherente, con tendencia al encuadre “bonito” combinada con un vacilante estatismo; la caracterización de los personajes roza lo demencial (el horrible maquillaje no ayuda) y, lo peor de todo, la dirección de actores resulta sencillamente atroz. En este sentido, habría que abrir capítulo aparte para Rossy de Palma, que a lo largo de su carrera ha dado muestras de ser una actriz más que competente, pero cuya labor aquí no puede resultar más chirriante y fuera de tono. En realidad, casi ninguno de los actores está bien, desde la mencionada Oreiro (que tiene un doble papel, y que como catequista maléfica con la cara cubierta de látex desempeña una caricatura particularmente lamentable) hasta la gran Graciela Borges en una breve colaboración. La posible excepción corre a cargo de Mirella Pascual: actriz de registro minimalista que ya estaba fantástica hace unos años en la recordada “Whisky”, aquí interpreta a la sufrida madre del personaje de Oreiro.

Y sin embargo… A pesar de todos los escollos anteriores, “Miss Tacuarembó” no carece de un raro encanto, una cualidad más bien indescriptible y difícil de objetivar que casi (casi) termina ganando la partida, gracias a la cual la cinta no se recuerda como un desastre absoluto ni genera animadversión. Tal vez el secreto esté en que sí se aprecia cierta honestidad en ella, además de un sentido del humor tan naïf y tan frontal que excluye cualquier rastro de cinismo, lo que es muy inhabitual en los tiempos que corren. De entre todo el revoltijo de ideas que su guión plantea, yo reivindicaría todo el concepto Cristo Park, mucho menos explotado de lo que podría, pero que aún así ofrece bastantes sugerencias sin hacer demasiada sangre.

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