Anoche acudí a ver la última película de superhéroes del momento, "El caballero oscuro", de Christopher Nolan, animado por dos factores: a) El calor del verano madrileño, que me arrastra al cine en cuanto tengo un par de horas libres, y b) Las excelentes críticas que mereció la película en su estreno americano. No soy completamente estúpido: a estas alturas ya sé que, cuando toca decidirse por una película de las muchas que hay en cartel, fiarse de las críticas es lo más parecido a jugar a la ruleta rusa, y más si estas críticas son americanas (españolas también). Pero tenía el día un poco tonto y decidí ser indulgente. Con catastróficos resultados, lamento decir.
La película, que ha recaudado ya una barbaridad de dinero y bien podría acabar convirtiéndose en la más taquillera de la historia del cine internacional, ha sido tranquilamente calificada de obra maestra por algunos de esos críticos que son capaces de identificar otras diez ó doce cada año. Para la galería de la vergüenza: "An ambitious, full-bodied crime epic of gratifying scope and moral complexity, this is seriously brainy pop entertainment that satisfies every expectation" (Variety), "Christopher Nolan's The Dark Knight is a haunted film that leaps beyond its origins and becomes an engrossing tragedy" (Roger Ebert, de Chicago Sun-Times). Y en ese plan. Si uno leyera las críticas y no viera la película, podría vivir en la ilusión de que Shakespeare ha resucitado para dedicarse a hacer películas de superhéroes (alguno ha afirmado esto casi literalmente), y de que asistir a este "Caballero Oscuro" supone someterse a una experiencia vital única y entrar en un complejo torbellino de emociones.
Hablando de emociones, por lo que a mí respecta, la película sólo me ha producido tres; a saber, sucesivamente: indiferencia, tedio, irritación. Una vez más me vi ante un frío, soporífero producto hipertecnificado donde la prodigalidad presupuestaria se hace evidente en cada rincón de cada plano, construido a partir de lo que suele llamarse “un guión de hierro” que en realidad es más bien un metrónomo que establece el ritmo de la función bajo criterios cartesianos. Las diferencias con respecto a otros mamotretos de este tipo a cuya taquilla he tenido la ingenuidad de contribuir me parecen mínimas: los mismos planos que no son más que una mimética ilustración de un detallado story-board, la misma inexistente creatividad en la puesta en escena, la misma desvinculación emocional con respecto a las supuestas emociones de los personajes, la misma dirección de actores gritona y efectista de costumbre. Y las mismas risibles líneas de diálogo sobre la justicia, el bien, el mal, el orden y el caos. Si acaso, esta película parece aún un poco más cara, más histérica y más pretenciosa que otras de su especie. En la última media hora de las dos largas que dura, cuando después de haberme aburrido de lo lindo sólo deseaba que todo aquello terminara de una vez, me vi transportado a un nivel de exasperación hasta entonces desconocido al tener que escuchar esas sentencias banales, espantosamente escritas, que salen sin cesar de las bocas de los actores, y que por pudor me niego a reproducir en este espacio.
Imagino que los intérpretes no eran conscientes de las engoladas simplezas que el guión los obligaba a decir, o que si lo eran les daba igual, porque en general aparecen en pantalla esforzados y graves, sin aspecto de estar conteniendo la risa o el bochorno. Gary Oldman y (obviamente) Michael Caine son lo mejor que habita en este apartado. En cuanto a Heath Ledger, todo el mundo le ha dedicado su propio capítulo al hablar de la película, así que procederé a hacer lo mismo.
La interpretación del excelente actor australiano, que por desgracia ya no podrá resarcirnos con un buen trabajo como los que ejecutó en casi todas sus películas anteriores, representa con implacable fidelidad todo lo que me saca de quicio del estilo actoral definible como la “Gran Interpretación Masculina Americana”. Hace poco tuvimos una buena ración de él en “Antes que el diablo sepa que has muerto”, de Sidney Lumet, donde Ethan Hawke y Philip Seymour Hoffman (un actor que me resulta particularmente insufrible) competían en tics, boicoteando con su exhibicionismo y su vergonzosa autoconsciencia una película que podría haber estado muy bien. En “El caballero oscuro”, Ledger compone su personaje apoyándose en un doble maquillaje, el evidentemente falso (la cara pintada de blanco, negro y rojo) y el falso que se hace pasar por rostro verdadero (la cicatriz que curva la boca del Joker), junto con un cierto dominio de las cuerdas vocales y una lengua hiperactiva. Así, recita sus líneas pasando por todas las inflexiones de voz que le permite su amplio rango, mientras realiza atacantes ruiditos de succión como si estuviera saboreando un caramelo de menta y deja ver la lengua imitando el gesto de los reptiles al probar el aire. Francamente, no veo en este festival de muecas nada tan extraordinario como insisten en repetir incluso los pocos que no han apreciado demasiado la película. En ese mismo registro, Jim Carrey me causaría menos hartazgo.
Por su fealdad visual, por su rutinario desarrollo, por todo su chirriante esquematismo y sus infinitas pretensiones de trascendencia, la película de Nolan me resultó insoportable. Y me hizo reflexionar sobre la posibilidad de que quizá el cine, que es un medio de expresión tan joven en realidad, se haya instalado en su decadencia cuando un petardo (mojado) de tal magnitud es alabado por la crítica como si fuera poco menos que una obra de arte definitiva.
martes, 26 de agosto de 2008
The Dark Knight, Heath Ledger, la crítica y la decadencia
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3 comentarios:
Larga vida a tu blog, Tourbi.
No se me ocurre mejor forma como primera entrada que ponerte en contacto con este guru que sin lugar a dudas se ratifica en tus comentarios sobre Batman...vamos,que tambien le encanto.Creo que ya os conoceis y todo.
http://es.youtube.com/watch?v=TePFSD7n8Ss
Joder,...que soledad la del comentarista de blog.
EL Oscar post-mortem me lo estoy temiendo desde hace tiempo, y va a ser difícil evitarlo. En fin, justa compensación por otro que le robaron al chiquillo hace tiempo. Y, César, impresionante tu vídeo!
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