Bilbao ofrece de vez en cuando (de acuerdo, muy de vez en cuando) opciones de ocio inesperadas e interesantes. Durante la última Aste Nagusia, fiestas que personalmente no me entusiasman, el Guggenheim organizaba conciertos nocturnos de jazz en su espléndido atrio. Supe esto por Itxaso / Toyoka (pues de las dos formas se la puede y se la debe llamar), que tuvo además la generosidad de cedernos a mi acompañante y a mí sendas invitaciones. Sospecho, por cierto, que Elssie también tuvo algo que ver en que yo acabara acudiendo al evento.
La cuestión es que el concierto no estuvo nada mal: cualquier actividad que tenga lugar en el atrio del Guggenheim resulta mejor simplemente por este motivo. El ambiente era tranquilo y acogedor, uno podía hacerse con gin-tonics en una barra aceptablemente atendida, y el grupo que tocaba (Listen!, se llamaban) resultaba simpático y hacía un jazz-fusión blandito pero eficaz. Y, lo mejor de todo, al término del espectáculo se permitió al público acceder a las exposiciones del museo. Considero que visitar un museo a medianoche y con poca gente es un lujo rara vez a nuestro alcance. Para mi sorpresa, y a tenor de la desbandada que se produjo después de los bises, pocos allí debían de compartir mi opinión.
Sobre la exposición del surrealismo, originalmente ideada por el Victoria & Albert Museum, ya me explayé en una crítica que se publicó en Mugalari el 29 de marzo. Sin embargo, aún no había visto la de Juan Muñoz, que me impresionó en varios modos distintos. El montaje de la muestra es soberbio: por una vez se concede a las piezas todo el espacio que necesitan, o al menos esa fue mi impresión. El trabajo de Muñoz, básico y complejo al mismo tiempo, de un lirismo y una sensibilidad que se imponen de manera inmediata, habla de un talento absolutamente original pese a los referentes que se declaran en el propio espacio expositivo. Inevitablemente, la emoción se multiplica debido a que el espectador conoce el hecho de que Muñoz falleció hace pocos años, cuando aún era muy joven.
Me alegré de estar tan bien acompañado en mi visita. Cuando voy solo a ver una exposición, o si quien viene conmigo no cuenta demasiado en mi vida, tiendo a concentrarme demasiado y puedo volverme más permeable a los sentimientos. No estaba seguro de querer que eso me ocurriera aquella noche.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
"Quisiera pensar que no me equivoco al tratar de construir un discurso basado en las posibilidades de un territorio de confusion, porque no hay directrices y es imposible que nadie se alce ahora en aras de un nuevo manifiesto modernista. Ahora es posible vivirlo de una manera fantasticamente abierta.Aprovechar que no hay ningun parametro que te frene, que nadie te va a decir ahora lo que es justo y valido o no.Es sorprendente lo abierto del campo y muchas veces -me critico a mi mismo- lo corto de mis ejercicios o no me expando mas, porque si abarco mas territorio me puedo perder en mi propio paisaje.Es posible ahora ser artista como no lo han sido antes: no hay una preponderancia del discurso americano -que ha sido ideologico y, fundamentalmente, mercantil- ni existen individuos chamanes como Beuys que traten de aunar en torno a el toda una serie de discursos.Ante esta carencia de direcciones, hay una gran apertura de posibilidades.Vamos a aprovecharlas, ¿no?."
Juan Muñoz.Publicadco en Lapiz nº100.
Publicar un comentario